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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 137

A la mañana siguiente, las redes parecían haber olvidado por completo el revuelo sobre el presidente del Grupo Ferreira y aquella misteriosa mujer —supuestamente embarazada— con la que lo habían visto abrazado en el hospital.

Lo que se adueñó de los titulares fue otro asunto: un famoso artista arrestado por escándalos de drogas y prostitución, y el hijo de un político envuelto en líos por presumir su fortuna y engañar a su propio padre. Todo eso desplazó cualquier huella del chisme anterior.

Lucrecia se mantenía atenta a lo que circulaba en internet.

Cuando notó que el tema había desaparecido de los temas calientes, pensó que era obra de Esteban. Por su parte, Esteban creyó que José Manuel había sido el responsable.

Después de todo, José Manuel siempre había deseado que él y Ariana terminaran su matrimonio; cualquier noticia que los atara más, a José Manuel le fastidiaba. Ya antes, cuando él y Lucrecia habían sido objeto de rumores, Esteban había notado la mano de José Manuel metida en el asunto.

Por eso, esa tarde, Esteban citó a José Manuel en el Centro Empresarial Platino para verse esa noche.

A las siete en punto, José Manuel llegó tal como habían quedado.

Ya había pasado una semana desde la última vez que se vieron. Aquella ocasión, en la nueva casa de José Manuel, hablaron largo y tendido; Esteban llegó a comprender varias cosas y se quitó algunas ideas equivocadas sobre su amigo.

Ahora, quería aclararle a José Manuel ciertos malentendidos sobre Ariana, para que cuando la viera, dejara de pensar que lo estaban traicionando a sus espaldas.

—Últimamente los proyectos marchan tan bien que hasta tienes tiempo para invitarme unos tragos —soltó José Manuel al acomodarse frente a él, bromeando mientras tomaba la botella de vino tinto y el sacacorchos del centro de la mesa. Sin perder tiempo, destapó la botella y sirvió dos copas.

A Esteban no le gustaba tener mujeres alrededor cuando salía a platicar; ni siquiera en un club tan elegante como el Centro Empresarial Platino. Nada de camareras ni chicas de compañía, sólo una charla entre hermanos.

Por eso, abrir la botella y servir el vino era tarea de ellos mismos.

Esteban tomó su copa y la giró suavemente; el líquido color vino bailaba bajo la luz, atrapando su mirada.

—Apenas vamos comenzando y ya tengo dolores de cabeza de sobra —murmuró, llevando el borde de la copa a los labios y probando un sorbo.

—Pues perfecto, después de unas copas conmigo hasta se te olvidan los dolores —contestó José Manuel, sonriendo mientras también bebía.

Esteban alzó la vista y lo miró directo.

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