Jazmín en realidad no se había dormido; solo cerró los ojos y fingió descansar.
Al escuchar que el hombre la llamaba, abrió los ojos despacio.
Jazmín siempre tuvo un encanto especial en sus facciones; por haber pasado tanto tiempo con los ojos cerrados, al abrirlos, su mirada parecía envuelta en un velo de misterio, sin darse cuenta de lo sensual y cautivadora que resultaba.
Justo en el momento en que Marcos volteó, se topó de lleno con esa mirada hipnótica.
Si hubiera sido cualquier otro tipo, ya se habría descontrolado, acercándose sin poder resistirse a la tentación.
Pero el hombre frente a Jazmín no era cualquiera, era Marcos Varela. Él tenía debilidad por las chicas de aire inocente, que parecían frágiles y necesitadas de protección.
Solía decir que ese tipo de mujeres despertaban su instinto de cuidar.
Jazmín lo conocía desde hace más de diez años, ¿cómo no iba a saberlo?
Por eso, estando con él, nunca sentía la necesidad de fingir o ponerse a la defensiva. Su apariencia, por sí sola, no era el tipo que le gustaba a Marcos, y mucho menos creía que ella encajara en la categoría de “frágil”.
Por la ventanilla del carro, Jazmín alzó la mirada hacia el edificio que tenía escrito en grande, en español e inglés, “La Parrilla del Zócalo”. Con tono burlón, soltó:
—Vaya, parece que esta vez el asunto está complicado, ¿eh? Para que me invites a un restaurante tan caro…
Marcos estaba desabrochándose el cinturón de seguridad y, al escucharla, giró y sonrió con picardía.
—Si no fuera complicado, ¿crees que te molestaría a ti, que siempre andas ocupada?
Ya había reservado un privado en el segundo piso. Bajaron del carro y entraron al restaurante directo a las escaleras.
No habían terminado de acomodarse cuando, antes de ver siquiera la carta, Marcos, emocionado, le soltó:
—Esta vez encontré el amor de mi vida, Jazmín. Si todo sale bien y llego a casarme, ese día te doy un regalazo.
Por dentro, Jazmín sintió una punzada que le recorrió el pecho, pero no dejó que se notara. Como siempre, le respondió con una sonrisa y sin perder la oportunidad de picarle:
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