—Esta noche vine especialmente para avisarte —la voz cálida de la doctora Bernal resonó, cargada de preocupación—. Me preocupa que, cuando regreses a casa el fin de semana y salgas del centro, te enteres de todo esto sin estar preparada.
Ariana levantó la vista, le devolvió el celular a la doctora Bernal y murmuró con sinceridad:
—Gracias, doctora Bernal. Y también gracias a quienes están allá arriba por ayudarme con esto.
La doctora Bernal negó con la cabeza, su expresión firme y comprensiva.
—No tienes que darme las gracias. Eres un pilar para el país, y por supuesto que vamos a protegerte. Pero también tienes que ver con claridad quién es el que anda difamándote, quién te anda persiguiendo con tanta saña.
Se hizo un breve silencio. La doctora Bernal vaciló un instante antes de continuar:
—Y... dime, ¿qué relación tienes con el presidente del Grupo Ferreira?
Ariana supo que la doctora Bernal, por respeto a su privacidad, no había recurrido a sus contactos para investigar su vida personal. Aun así, frente al Estado, no tenía secretos. Eso sí, los detalles más íntimos de su vida tampoco andaban divulgándose a la ligera.
Ahora que la doctora Bernal le preguntaba directamente, no podía seguir ocultándolo. Además, después de aquel video, aunque tratara de disimular, ya nada se podía ocultar.
—Es mi exesposo. Nos divorciamos hace dos meses —respondió con voz suave, bajando la mirada, sus largas pestañas temblando al evitar los ojos de la doctora Bernal.
—¿Cómo? ¿Ustedes...? —la doctora Bernal se quedó boquiabierta—. ¿De verdad estuvieron casados?
Ariana asintió con la cabeza, y prometió:
—Voy a encargarme de lo que venga. Le aseguro que esto no volverá a pasar.
La doctora Bernal aún no salía de su asombro. Al escuchar la determinación de Ariana, por fin reaccionó, y con voz apurada le soltó:
—Ay, niña. Hay cosas que no están en tus manos, no queremos que te sientas culpable ni que tengas que prometer nada. Solo queremos asegurarnos de que estés alerta, que no te agarren desprevenida quienes andan detrás de ti.
Ariana comprendió el cariño y la preocupación detrás de esas palabras, y en su pecho se encendió una pequeña llama de gratitud.
—No se preocupe, doctora Bernal. De ahora en adelante tendré más cuidado.
Una vez que la doctora Bernal se fue, Ariana ya no tenía cabeza para seguir con sus bocetos.
Salió al balcón y alzó la mirada hacia el cielo estrellado. Quizá por estar tan lejos del bullicio de la ciudad, el aire ahí era más fresco, y el cielo nocturno, mucho más brillante.
Ariana se quedó ahí, sin parpadear, fijando los ojos en la estrella más luminosa del firmamento. Quería creer que, a través de esa estrella, podía hablar con su mamá.
En ese instante, necesitaba más que nunca que su mamá la consolara, que le trajera algo de paz a su corazón agitado.
—Mamá, de verdad me arrepiento...
—Si por mi culpa se burlan de papá, ¿qué voy a hacer?
—Mamá, te extraño tanto...
Sin darse cuenta, Ariana ya tenía el rostro bañado en lágrimas.

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