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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 176

Esas voces que llenaron el salón llegaron a los oídos de Estela, apagando de golpe el brillo en su mirada, esa chispa de alegría que había tenido al ver a José Manuel segundos antes.

Apenas Nerea se enteró de los sentimientos de Estela hacia José Manuel, no dudó en intentar consolarla:

—La familia Rivas jamás dejaría que una estrellita de medio pelo como esa se acerque a Chema, Estela, puedes estar tranquila.

Pero las palabras de Nerea no lograron calmar a Estela. En el fondo, ella nunca había visto eso como un problema. Según su forma de pensar, mientras José Manuel quisiera estar con alguien, poco importaba de dónde viniera, o lo que opinara la familia Rivas. Si él lo deseaba de verdad, era capaz de saltar cualquier obstáculo por esa persona.

Así como alguna vez desafió los planes de su familia y se fue a estudiar al extranjero, decidido a abrirse su propio camino.

Eso era justo lo que más le fascinaba de José Manuel: esa manera suya de rebelarse contra lo que todos esperaban.

Por desgracia, aunque Nerea quería consolarla, sus palabras terminaron hiriendo a Fabián.

A ojos de las familias poderosas, el origen de Fabián tampoco valía nada. Si hoy contaba con la atención de la señorita Ferreira, era solo porque él se había partido el lomo para entrar en una de las mejores universidades del país y cambiar su destino.

Pero su origen sencillo siempre fue una espina clavada, la razón detrás de su inseguridad y, al mismo tiempo, su mayor impulso para salir adelante.

Por lo mismo, y porque las palabras de Nerea le molestaron, Fabián prefirió no decir nada ni seguirle la corriente a su novia con tal de consolar a Estela.

Estela, con sus grandes ojos redondos, no podía apartar la vista de la pareja que acaparaba todas las miradas en el centro del salón. Tratando de tranquilizarse, murmuró:

—Chema es el jefe de la señorita Vargas, no tienen por qué ser pareja, ¿no?

A pesar de lo que decía, ver a José Manuel y Anaís tan cercanos, bailando con gracia y recibiendo las miradas de todos, le revolvía el estómago.

Sentado en la zona de descanso, Marcos tampoco perdió de vista a José Manuel y a la mujer que lo acompañaba. Sin embargo, solo les prestó atención un instante antes de volver la mirada hacia Estela.

Seguro que la pobre debía estar destrozada por dentro. Tal vez, más tarde, él pudiera aprovechar esa oportunidad.

Por suerte, Estela tenía la misma idea que él y se adelantó a responder:

—Gracias, Nere, pero no hace falta. Chema me prometió que bailaría conmigo esta noche. Sé que va a cumplir su palabra.

Estaba segura de que José Manuel la buscaría para bailar, tal como le había prometido.

—Entonces, ¿por qué no vamos a sentarnos un rato a la zona de descanso? —propuso Nerea.

Fabián tenía ganas de bailar, pero Nerea solo quería quedarse con Estela, así que no le quedó más remedio que seguirle la corriente.

—Voy por algo de comer y unas bebidas para ustedes dos, las dejo buscando sitio mientras regreso —dijo Fabián, mostrando una sonrisa amable y caballerosa a Nerea y Estela.

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