—Sí, nunca me dijiste nada, todo lo supuse yo sola.
Jazmín esbozó una sonrisa cómplice, con una pizca de torpeza, pero en el fondo sentía una profunda admiración por la determinación de Ariana.
Separarse de alguien a quien uno ha amado durante tantos años, incluso si la culpa recae en la otra persona, no es algo que mucha gente pueda hacer con tanta decisión y valentía.
Algunas personas no logran separarse porque les cuesta soltar el pasado, otras sienten miedo ante el futuro, y hay quienes se aferran por rencor o insatisfacción. Al final, cada quien tiene sus propios motivos para no cortar de tajo, para dejar cabos sueltos, aunque duela.
Cada quien enfrenta sus batallas y sus dilemas. Jazmín no podía decir cuál decisión era la correcta, pero tenía clarísimo lo siguiente: si Ariana tomaba una decisión, entonces esa era la mejor. No había discusión.
¿La razón? Simple y directa: Ariana era su ídola, su Stella, y apoyaría cualquier cosa que decidiera.
...
Salón principal de un hotel cinco estrellas en el norte de la ciudad
Alrededor de las ocho de la noche, el baile de caridad había concluido. Ahora venía el otro plato fuerte de la noche: la subasta benéfica.
Nerea, con su número de subasta en mano, ocupaba un asiento en primera fila, justo al centro. Se le notaba el buen ánimo: el mal rato que le había hecho pasar Marcos había quedado atrás, y ahora solo esperaba ansiosa el objeto que le interesaba.
A su lado estaban su novio Fabián y Estela.
La verdad, a Estela no le interesaban mucho las subastas, pero se quedó porque José Manuel tampoco se había ido. Él y Anaís estaban sentados al lado de Fabián.
El maestro de ceremonias abrió la subasta con un discurso lleno de energía y emoción. Así, empezó oficialmente el evento.
La primera pieza en subasta era una obra de arte, precio inicial: cien mil pesos.
Mientras los curiosos giraban la cabeza tratando de identificar al postor, quienes estaban en la fila de Nerea sabían de inmediato, solo con oír la voz: era Marcos.
Marcos, vestido con un traje oscuro perfectamente entallado, sonreía desde el asiento central de la última fila. El haz de luz lo iluminaba y, sumado a su atractivo poco común, captó la atención de todos. Algunos lo miraban con curiosidad, otros con ganas de acercarse después del evento.
La familia Varela siempre había sido discreta en San Márquez, y Marcos rara vez se dejaba ver en estos eventos llenos de gente importante. Por eso, pocos sabían que ese hombre era el heredero del imperio hotelero.
Nerea arrugó el entrecejo, el mal humor volvió a teñirle la cara y, sin pensarlo dos veces, levantó su paleta: —¡Dos millones cien mil!
Marcos, con la calma de siempre, levantó su número con elegancia: —¡Dos millones quinientos mil!
El salón estalló en exclamaciones de asombro. Fabián, sentado junto a Nerea, sintió un escalofrío. Aquello era una trampa, estaba clarísimo, pero ya era tarde para detenerla.
Sin dudarlo, Nerea volvió a levantar la paleta, su voz resonó en el salón: —¡Dos millones ochocientos mil!

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