En ese momento, Marcos respondió el mensaje sin tardar.
[Me enteré que en la zona este de la ciudad abrieron un restaurante de comida cantonesa, la neta está buenísimo.]
Jazmín contestó sin pensarlo dos veces.
[Va, quedamos en ese. Mándame la dirección. Nos vemos mañana, a las 12 del mediodía.]
Al terminar de escribir, Jazmín se volteó hacia Ariana y le dijo:
—Ya está, quedamos para mañana a las 12, vamos a ir a un restaurante de comida cantonesa en el este de la ciudad.
Ariana abrió los ojos de la emoción.
—¿Comida cantonesa? ¡Qué rico! Hace un montón que no pruebo algo así.
Jazmín pensó que Marcos ya no le escribiría más, pero apenas pasaron dos minutos cuando sonó el celular —ting— y le llegó otro mensaje de WhatsApp.
Ariana la miró y preguntó:
—¿Otra vez el señor Gamboa?
—Sí —asintió Jazmín, mientras deslizaba el dedo para ver el chat—. De veras que a este tipo le encanta escribirme por WhatsApp.
Recordaba que, cuando acababa de entrar a la universidad, él le escribía casi todos los días. Aunque fuera por una tontería, como si veía un gato y un perro peleándose en la calle, le tomaba foto y se la mandaba para que ella opinara.
Eso le hizo recordar a Ariana cómo ella también solía compartirle a Esteban cualquier cosa que le pareciera divertida o bonita de su día. Se esmeraba mucho en elegir las palabras, incluso cuidaba el ángulo y la luz de las fotos. Pero todo terminaba igual: mensajes al vacío, sin respuesta, como si los hubiera arrojado a un pozo sin fondo.
Quizá por costumbre, o por una especie de necedad, siguió haciéndolo a sabiendas de que no habría respuesta, solo que cada vez con menos frecuencia y con mensajes cada vez más simples, sin el mismo entusiasmo o ilusión de antes.
—¿Cómo le hacen para tener siempre de qué platicar tú y él? —preguntó Ariana, con un dejo de envidia al ver la naturalidad de la relación entre ellos, tan ligera y cercana.
Si al menos Marcos no fuera tan despistado, pensó Ariana. Jazmín era una chava increíble y él ahí, teniéndola enfrente, sin darse cuenta de lo que tenía. De verdad que no lo aprovechaba.
Jazmín revisó el nuevo mensaje de Marcos y alzó la ceja, intrigada.
—Marcos quiere saber si quieres vengarte.
Ariana la miró divertida.
—¿Y cómo se supone que va a hacer eso?
Jazmín giró la cabeza hacia ella.
Esta vez, Marcos ya no siguió mandando mensajes y dejó de insistir por el momento.
Jazmín soltó el celular, tomó una pieza de fruta del plato y la llevó a la boca, saboreándola.
—Ari, ¿tu cuñada siempre ha sido tan difícil de tratar?
Si era capaz de hablar mal de Ariana por todos lados, seguro que en persona era todavía peor, sin filtro y sin piedad.
—Difícil es poco —contestó Ariana, sentándose junto a Jazmín y también agarrando un trozo de fruta—. Pero ya no tendré que aguantarle sus caras ni sus comentarios jamás.
A Jazmín le pareció que esas palabras tenían un significado oculto, algo más profundo.
—¿A poco…? —Jazmín abrió los ojos, sorprendida, y no pudo evitar preguntar—. ¿No me digas que tú y Esteban ya se divorciaron?
Ariana no respondió de forma directa. Solo sonrió y dijo:
—Yo nunca te dije eso, ¿eh? Fuiste tú la que lo dedujo.
Jazmín lo entendió de inmediato. Seguro que entre Ariana y Esteban había un acuerdo secreto, algo que preferían mantener bajo la mesa.

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