Gabriel, al ver la escena, se quedó helado por un instante y luego frunció el entrecejo.
—Señorita Santana, ni siquiera ha revisado el contenido del acuerdo.
Su tono era tan cortante que el aire parecía haberse enfriado.
Ariana ni levantó la cabeza.
—No hace falta. No tengo ningún problema.
Su memoria era extraordinaria. En su vida anterior ya había leído ese acuerdo con suma atención. No veía el caso de revisarlo de nuevo.
Firmó a toda velocidad, sin dudar un solo segundo, y le entregó el documento. Todo su movimiento fue limpio y decidido, sin titubeos.
—Le encargo, señor Montiel, que le avise al señor Ferreira que mañana a las nueve de la mañana tenemos cita en el registro civil para los trámites de divorcio. Que no se le ocurra llegar tarde, por favor.
Hizo una pausa y, con una media sonrisa cargada de ironía, añadió:
—Supongo que el señor Montiel está enterado de que a partir del primero del mes que viene entra en vigor el periodo de reflexión para divorcios. No tengo la menor intención de esperar otro mes.
Sus palabras eran como una bofetada.
El abogado Montiel no pudo evitar mostrar una chispa de incredulidad en la mirada, aunque en seguida recuperó su aire habitual. Por dentro, pensaba que Ariana se veía ridícula aferrándose a esa postura, y hasta le daba algo de lástima.
Tomó el acuerdo, echando un vistazo al par de ojeras que Ariana tenía bajo los ojos. Sonrió de ese modo incómodo que no es ni burla ni simpatía.
—De acuerdo, transmitiré sus palabras tal cual al presidente Ferreira.
Ariana ni se molestó en responderle al abogado y fue directo a la puerta para despedirlo.
En cuanto el “gran invitado” se marchó, Ariana regresó a su cuarto sin perder tiempo y comenzó a empacar sus cosas para irse de ese lugar.
No tardó más de diez minutos en dejarlo todo listo.
No es que tuviera pocas cosas. Desde los veinte años, cuando todavía estaba en la universidad, se había mudado ahí. Ya contaba tres años viviendo en esa casa, así que, ¿cómo iba a tener pocas pertenencias?
La diferencia era que a estas alturas ya no sentía el menor apego por nada de ahí. Ni siquiera por los vestidos costosos y las joyas que sus suegros le regalaban a nombre de Esteban. Todo eso lo dejó atrás. Solo empacó sus libros, algunos papeles importantes y su laptop.
Cuando alguien te decepciona y te repugna hasta lo más profundo, lo último que quieres es llevarte algo que tenga que ver con esa persona.
Ariana ya solo deseaba romper toda relación con ese tal Esteban, cortar de raíz, como si nunca se hubieran cruzado.
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