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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 206

Después de salir del Centro Empresarial Platino, Esteban hizo algo poco común: decidió ir a la casa familiar por su propia cuenta.

Por lo general, fuera de contadas fechas festivas, solo volvía cuando su abuela lo llamaba para comer. Incluso entonces, rara vez aparecía. Si por algún motivo iba más seguido, era seguro que la abuela lo presionaría para que tuviera un hijo con Ariana, o bien, se las ingeniaría para pedirle ayuda con algún proyecto del tío.

Bueno, ahora que lo pensaba, la abuela ya ni siquiera le pedía hijos con Ariana; más bien, lo animaba a divorciarse y buscarse a otra mujer.

En fin, volver nunca era algo que le entusiasmara.

Esta vez, Esteban no avisó a nadie de la casa que iba de camino. Fue la empleada, Pilar, quien lo vio primero. Se le iluminó la cara de sorpresa y alegría.

—Señor Esteban, ¡qué gusto verlo de regreso!

Pilar se acercó enseguida, tomó el saco que él acababa de quitarse y lo colgó en el perchero.

—¿Dónde está mi madre? ¿Ya se fue a dormir? —preguntó Esteban, aflojándose la corbata mientras dirigía la mirada hacia el segundo piso.

Pilar sonrió mientras respondía:

—Todavía no, señora Salomé acaba de tomar un poco de té de hierbas y está en su cuarto leyendo. Pero la abuela y el abuelo ya se acostaron. El señor salió a una cena de trabajo y no ha vuelto.

Esteban asintió con la cabeza.

—Voy a subir a ver a mi mamá.

—¿Quiere que le prepare algo de cenar? —preguntó Pilar, atenta.

—No, gracias.

Sin más, Esteban subió las escaleras con paso firme y decidido.

Se detuvo frente a la puerta del cuarto de su madre y tocó suavemente.

—Mamá, soy yo.

En cuestión de segundos, la puerta se abrió y apareció el rostro sereno y dulce de Salomé.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, sin mostrar mucha emoción.

—¿Descubriste algo nuevo?

Ella llevaba años con el deseo de limpiar el nombre de Ariana. Aunque había pasado mucho tiempo, más valía tarde que nunca.

Esteban explicó:

—La pareja que se equivocó de botella de vino aquella noche... el año pasado tuvieron un accidente de carro. Murieron.

Salomé se quedó pasmada.

—¿Murieron? —repitió, incrédula—. ¿Un accidente de carro?

—Así es —confirmó Esteban con un asentimiento—. Mamá, ese día que me pediste llevarle el regalo de cumpleaños a Ariana al hotel... ¿alguien más sabía de eso?

Salomé negó con la cabeza.

—Ni siquiera le conté a tu padre. Pensé que si tú rechazabas a Ari, mientras menos personas estuvieran enteradas, ella lo pasaría menos mal. Si en cambio aceptabas sus sentimientos, ya luego se lo contaría a tu papá.

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