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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 208

—Madre, quiero disculparme personalmente con ella. ¿Puedes ayudarme a invitarla a salir? —Esteban Ferreira no tuvo más remedio que pedirle ayuda a su madre.

Salomé Ibarra lo miró sorprendida.

—¿De verdad quieres pedirle perdón a Ari en persona?

Conocía a su hijo: reservado, orgulloso hasta los huesos, pero con razones de sobra para serlo. Desde pequeño había sido independiente, capaz de todo sin que ella tuviera que preocuparse por él. Sin embargo, ese carácter tan distante a veces la superaba, incluso siendo su propia madre sentía que le faltaba la calidez de criar a un hijo.

Por eso, cuando Salomé notó que Ariana Santana sentía algo por su hijo, no dudó en preguntarle en privado qué era lo que le atraía de él. ¿Por qué le gustaba un muchacho tan serio y reservado, que ni siquiera sabía cómo hacer sentir bien a una muchacha? ¿Qué le veía de bueno?

Ariana, aunque se puso un poco nerviosa, no dudó en confesarle:

—Señora Salomé, la verdad es que lo conocí desde la secundaria. Lo vi en un concurso nacional de jóvenes talentos en ciencia y tecnología. Ganó el primer lugar.

Salomé, sorprendida, le preguntó:

—¿Así que desde entonces te flechó ese muchacho tan seco y reservado?

Ariana asintió, sin decir palabra, pero su silencio lo dijo todo.

...

El recuerdo se desvaneció y a Salomé le quedó un sabor agridulce, sobre todo al ver que ahora su hijo quería disculparse con Ari.

—Puedo intentar invitar a Ari a salir para que platiquen, pero no voy a ocultarle la razón. Le diré directo que es porque tú quieres verla y pedirle perdón. ¿Estás de acuerdo con eso? —preguntó Salomé.

Esteban asintió sin pensarlo.

—Por supuesto.

Al verlo tan decidido, a Salomé le renació la esperanza.

—Ya es tarde. Buscaré un fin de semana para llamarle a Ari —recordó que Ariana tenía la costumbre de encerrarse a crear y solo contestaba llamadas o mensajes los fines de semana.

Esteban no puso objeción.

—Entonces te lo encargo, madre.

Salomé le sonrió con alivio y le advirtió:

Héctor arqueó las cejas.

—¿Y eso no es algo bueno?

Salomé soltó un suspiro.

—Pero Ari lleva dos meses sin buscarme, y la verdad me da pena molestarla.

No podía quitarse de la cabeza aquella noche en el restaurante, la mirada distante de Ariana hacia Esteban y la ausencia total de interacción entre los dos en el hospital.

—No le des tantas vueltas. Que nuestro hijo quiera disculparse ya es un paso importante. Si Ari lo acepta o no, eso es algo que él debe afrontar —le respondió Héctor para animarla.

Salomé cerró los ojos, escuchando el firme latido del corazón de su esposo.

—Tienes razón. Si nuestro hijo tiene la dicha de que Ari le perdone, solo dependerá de él.

—Duérmete —susurró Héctor, su voz grave y reconfortante.

—Sí —murmuró Salomé, y poco a poco, la inquietud que la había desvelado se fue desvaneciendo.

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