Carlos apartó la mirada, sacando de la manga una excusa perfecta.
—Yo vine porque mi papá me lo pidió.
Luego, miró de frente la mirada inquisitiva de Andrés y le reviró:
—¿A poco tú no estás aquí también por lo que te pidió el señor Rocha? ¿No es por eso que te acercaste a ella?
Con eso, dejaba claro que los dos estaban en la misma situación, pero no significaba que tuvieran algún interés especial por Ariana.
Andrés, atrapado en su propio argumento, no tuvo cómo responderle.
En efecto, ambos estaban ahí por petición de sus respectivos padres. Desde el principio, los dos habían entendido, sin necesidad de decirlo, que todo esto era una especie de “misión política”, algo que tenían que cumplir para quedar bien. Solo hacer acto de presencia y listo.
Sin embargo, por mucho que se repitiera eso, Andrés no lograba convencerse de que para Carlos todo fuera solo un trámite.
Se notaba a leguas que Carlos sí le daba importancia a Ariana.
De otra manera, no se habría quedado atrás a propósito, vigilando de cerca a Ariana.
Andrés tenía ganas de decirle algo más, pero, de reojo, vio que el doctor Beltrán se acercaba por el sendero. Así que lo que iba a soltar, se lo tragó sin hacer ruido.
—¿Y ustedes dos qué hacen escondidos por acá, platicando tan serios?
El doctor Beltrán acababa de tomarle una foto a la pareja de médicos jóvenes y, al voltear, notó la ausencia de Andrés. Ahora lo encontraba por fin.
Andrés le sonrió:
—Nada, solo vine a traerle agua, pero resulta que ni sed tiene.
Al decir esto, le pasó la botella de agua al doctor Beltrán.
—¿Quiere tomar un poco, doctor?
El doctor Beltrán negó con la mano y se rio:
—No, gracias, todavía me queda media botella allá donde estoy sentado.
Luego, su mirada se desvió hasta posarse en la figura delicada que se veía a lo lejos.
Jazmín charlaba animada con Liam, ese chico joven, y su voz coqueta, con ese tonito especial, se escuchaba entre el viento:
Los visitantes ese día eran pocos, y casi nadie se animaba a tomar el camino empinado que eligieron ellos, por lo que, durante todo el trayecto hasta la mitad de la montaña, no se cruzaron con otros excursionistas.
Al llegar al rancho de media montaña, el paisaje cambió de golpe: el terreno se abría y el lugar, por fin, estaba más animado.
Pidieron cuatro habitaciones, de a dos personas por cuarto: Ariana con Jazmín, Andrés con el doctor Beltrán, Liam con Carlos, y la pareja de médicos juntos.
Después de comer todos juntos en el rancho, cada quien se fue a su cuarto para descansar un rato y recuperar energías. Hasta las tres y media de la tarde, el tiempo era libre. El rancho tenía una zona de juegos y esparcimiento; quienes no querían seguir subiendo, podían quedarse todo el día ahí, sin aburrirse.
Ariana y Jazmín entraron a su habitación. La ventana daba directo a un acantilado, imponente y hermoso.
Ariana quiso acercarse para admirar la vista, pero, justo entonces, su celular sonó sobre la mesa de madera.
Se dio vuelta y lo tomó. Al ver en la pantalla “Inmobiliaria”, se quedó pensativa un instante.
Claro, la casa de Villas del Mirador. Había dejado todo el trámite en manos de la agencia y ya habían pasado más de cuatro meses. Que le llamaran de repente… ¿sería que por fin había noticias?
Respondió al instante.
—¿Señorita Santana? ¡Buenas noticias! Su casa le llamó la atención a una persona muy importante. No solo no pidió rebaja, ¡sino que la compró pagando diez millones más que el precio de mercado!

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