Ariana se había enterado, gracias a Jazmín —quien era fan de hueso colorado de Stella—, de los rumores que circulaban en internet sobre gente que se hacía pasar por ella para engañar a otros.
La verdad, ella sí había considerado aclarar su identidad, pero sabía que primero debía consultarlo con los de arriba.
Si Stella no fuera tan famosa, ella misma habría resuelto el asunto. Pero ahora, lo que más le preocupaba era que, si revelaba su identidad, se desataría una ola de atención. Que invadieran su vida privada era lo de menos; lo que en verdad le pesaba era meter en problemas a los de arriba.
—Déjame pensarlo un poco. Te aviso pronto qué decido —le respondió Ariana al final.
Iker no pudo disimular la emoción al verla por primera vez ceder ante el tema. Una sonrisa le cruzó el rostro, casi como si hubiera ganado la lotería.
Ambos permanecieron en la cafetería hasta cerca de las tres de la tarde. Ariana recibió una llamada de su papá, Julián Santana, y se despidió a toda prisa de Iker antes de salir corriendo.
Condujo su carro directo al conjunto donde vivía su papá.
Resulta que Nerea, fuera de sí, había llevado a la abuela Regina a casa de Julián y, para colmo, había dicho que no se irían hasta ver a Ariana.
Sin más remedio, Julián tuvo que llamarla, aunque en su voz se notaba la confusión.
El problema era que Julián ignoraba el asunto del acuerdo de confidencialidad del divorcio, así que suponía que los Ferreira estaban al tanto de la separación entre Ariana y Esteban.
Por eso, cuando de repente su ex cuñada apareció junto a la abuela en la puerta, Julián quedó tan desconcertado.
Ariana llegó tan rápido como pudo. Al entrar, vio que Nerea y la abuela Regina estaban cómodamente sentadas en la sala, degustando pastelitos y tomando té como si nada.
Desde el recibidor, Julián la observaba cambiarse los zapatos. Se acercó y le susurró:
—Ari, ¿qué está pasando?
Ariana, ya con las pantuflas puestas, alzó la vista.
—No te preocupes, papá. Déjame a mí.
Y, sin vacilar, avanzó hacia la sala.
En ese momento, Julián entró también a la sala. Al ver la tensión, arrugó la frente y estuvo a punto de intervenir, pero Ariana le detuvo con un gesto.
—Papá, siéntate. Déjame hablar con ellas —le pidió.
Julián, sin querer complicar más las cosas, obedeció y se acomodó en un sillón aparte. Internamente, también quería saber qué estaba pasando.
Ariana volvió a enfrentar la mirada altanera y satisfecha de Nerea. Su voz sonó tranquila, pero no dejó lugar a dudas:
—Entre Esteban y yo ya no hay nada. Les pido que no vuelvan a molestarme ni a mí ni a mi papá.
—¿De qué hablas? ¿Cómo que ya no hay nada? —intervino la abuela, fingiendo molestia—. ¡Aclárame bien lo que estás diciendo!
Regina, en el fondo, ya sospechaba que algo raro pasaba entre Ariana y Esteban. Aunque él nunca había sido particularmente cariñoso con Ariana, por lo menos en cada fiesta o reunión familiar ambos aparecían juntos para compartir una comida.
Pero en los últimos meses, Ariana solo ponía de pretexto que estaba concentrada en nuevos proyectos y no respondía llamadas. Lo más extraño era que Salomé tampoco parecía preocupada, lo cual era demasiado raro para pasar desapercibido.

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