Cuando Ariana recibió la llamada de su exsuegro, apenas había terminado de platicar con su papá y se habían separado hacía unos minutos.
Después de colgar, Ariana se quedó sentada frente al escritorio de su habitación de hotel, con la mente dando vueltas y el corazón inquieto.
Aunque le había prometido a su papá que cortaría todo lazo con la familia Ferreira, el corazón que llevaba Salomé era el de su propia madre. Si a Salomé le pasaba algo...
Ariana ni siquiera quería imaginarlo.
Además, Salomé siempre la había tratado con una calidez sincera. Por mucho que las cosas se hubieran complicado, Ariana de verdad no deseaba que a Salomé le ocurriera alguna desgracia.
—¿Cómo es que la situación de la señora Salomé se complicó así de repente? ¿Hasta tuvieron que reanimarla? —Ariana frunció el ceño, perdida en sus pensamientos.
En su vida pasada, justo una semana antes de que la obligaran a tirarse desde aquel edificio, Salomé también había estado al borde de la muerte y la salvaron en el hospital.
En ese entonces, Ariana se enteró de la noticia e intentó ir a verla, pero los guardias de Esteban la detuvieron antes de que pudiera subir al cuarto piso. Así que nunca supo exactamente qué había provocado la crisis de Salomé.
¿Sería la misma causa esta vez?
No podía quitarse esa inquietud del pecho.
Definitivamente no iba a esperar hasta mañana. Tenía que ir al hospital ahora mismo.
Sin ver con sus propios ojos que la señora Salomé estaba bien, Ariana sabía que no podría pegar un ojo en toda la noche.
Cerró la laptop, se puso el abrigo, tomó su celular y salió del hotel sin pensarlo dos veces.
La noche de diciembre estaba cada vez más helada. Ariana se ajustó el abrigo y, de pie bajo la marquesina, pidió un carro a través de la aplicación.
Durante el trayecto, su mente era un torbellino de ideas y dudas. Había decisiones difíciles que todavía no se atrevía a tomar.
Al llegar al hospital, Ariana se dirigió directo al piso donde estaba la UCI y se acercó a preguntar a la enfermera de guardia en qué habitación se encontraba la señora Salomé.
Apenas escuchó el nombre, la enfermera se puso en alerta. La esposa del presidente del Grupo Ferreira no era cualquier paciente; no podía darle información tan fácil.
—¿Me puede decir qué relación tiene usted con la señora Salomé? —le preguntó la enfermera, sin disimular su cautela. De paso, Ariana notó cómo la examinaba de pies a cabeza.
Vaya, pensó la enfermera, qué cara tan bonita, esas pestañas largas, esos ojos tan claros y brillantes, la nariz chiquita y recta, labios muy bien formados... Definitivamente, una belleza.
Pero, ¿quién sería esta joven tan guapa para la esposa del presidente Ferreira? ¿Sería familia? ¿O tal vez...?
Ariana, incómoda bajo la mirada escrutadora de la enfermera, dudó en responder.
Por el acuerdo de confidencialidad, no podía andar diciendo que era la exnuera de la señora Salomé.
Quizá era mejor llamar directamente a su exsuegro.
Justo cuando estaba por sacar el celular para marcarle, una voz cortante, distante y de sobra conocida sonó a sus espaldas:
—¿Ya llegaste?
Ariana sintió que se le helaba la sangre.
Era Esteban.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Arte de la Venganza Femenina