En la pantalla del celular del hombre, se veía la imagen congelada de otro hombre que llevaba un cubrebocas.
Ariana lo vio en cuanto levantó la mirada.
—Mándame el video —dijo Ariana después de un solo vistazo. Se levantó y fue a sentarse en el sofá de la habitación del hospital.
Esteban la siguió y se sentó frente a ella, sin atreverse a hacer ningún movimiento en falso.
—Ya te lo envié —dijo Esteban, sintiendo una extraña satisfacción al ver que por fin había un nuevo mensaje en su chat de WhatsApp con ella.
Hasta ahora, había repasado su historial de chat hasta el cansancio, pero confiaba en que, a partir de ese momento, sus conversaciones serían cada vez más frecuentes.
—¿Conoces a este hombre? —volvió a preguntar Esteban.
Ariana, con la vista fija en el video de vigilancia que Esteban le había enviado, respondió sin levantar la cabeza:
—No.
En el video, el hombre del cubrebocas ayudaba a su padre a entrar en el hotel e incluso llamaba a un empleado para que lo asistiera. Todo parecía completamente normal, como si solo estuviera llevando a un familiar ebrio a pasar la noche en el hotel.
—El registro del hotel se hizo con la credencial de tu padre. La suite presidencial también fue reservada por teléfono con antelación, y la información que dieron fue la de tu padre, pero al final pagaron en efectivo. —El rostro de Esteban era severo y sombrío—. El efectivo no permite rastrear el origen del pago. Esto fue, sin duda, un acto premeditado.
Ariana escuchaba su análisis detallado sin que su corazón se inmutara.
«Si él planeó todo esto, ¿qué tiene de extraño que conozca el procedimiento a la perfección?», pensó.
En cuanto al hombre del cubrebocas del video, ella misma se encargaría de investigarlo.
Ya había revisado las cámaras del complejo donde vivía su padre. El hombre del cubrebocas debió de haber interceptado el carro de su padre en un punto ciego del estacionamiento y aprovechó para inyectarle un sedante que lo dejó inconsciente.
Luego, lo movió al asiento trasero y lo llevó al hotel.
Quizás Esteban pensó que el lugar más peligroso sería el menos sospechoso, así que, aplicando la lógica inversa, lo organizó todo en un hotel de su propiedad.
Después de todo, para una persona común, ¿quién sería tan estúpido como para cometer un crimen en su propio terreno? ¿No es así?
—Ya mandé a investigar los antecedentes de este tipo. En cuanto tenga noticias, te avisaré de inmediato.
Esteban no tenía idea de lo que pasaba por la mente de Ariana y seguía tratando de resolverle los problemas.

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