Los ojos oscuros de Iker brillaron de inmediato al escucharla.
—¿Hace tres años? ¡Eso significa que fue dos años antes de que se publicara ese artículo en línea que te acusaba!-
Ariana asintió.
—Así es, pero todavía necesito un poco de tiempo para encontrar pruebas de la filtración.
En la vida pasada, cuando Iker la llamó para citarla y hablar del asunto, ella lo rechazó. Estaba tan alterada por el inminente divorcio con Esteban, con la cabeza hecha un lío, que ni fuerzas tenía para enfrentarse a esa acusación sin fundamento. Solo pudo pedirle a Iker por teléfono que la ayudara a gestionar el proceso, comparecer cuando fuera necesario; total, ella sabía que no había plagiado nada, así que no temía el fallo del juez.
Y al final, tal como esperaba, el tribunal determinó que no existía plagio y que la persona que la acusó debía disculparse públicamente en los periódicos.
Pero el juicio tomó dos años enteros. Durante ese tiempo, sus libros nuevos quedaron vetados y fuera de las librerías, y en internet los seguidores y detractores discutían sin tregua. Las pérdidas, tanto en su reputación como en lo económico, resultaron imposibles de recuperar.
Ariana, sintiéndose responsable, decidió compensar al equipo editorial y a la editorial por los daños económicos, y desde entonces dejó de escribir.
Pero en esta vida, no pensaba permitir que nadie la calumniara ni un poco, y mucho menos dejaría que salieran impunes quienes la difamaran.
Como ya tenía claro el siguiente paso, Ariana dejó el café a medio terminar y prefirió regresar de inmediato para avanzar con el asunto.
Dada la gravedad del tema, Iker tampoco intentó retenerla. Pagaron la cuenta y se prepararon para salir juntos del lugar.
Sin embargo, apenas cruzaron la puerta del salón, un niño travieso pasó corriendo y, de un empujón, derramó su café sobre la blusa de Ariana, manchándole casi todo el hombro izquierdo. Sin otra opción, aceptó la ayuda de Iker, quien se ofreció a llevarla de regreso al hotel.
Antes de salir, Iker, todo un caballero, se quitó su saco y lo puso sobre los hombros de Ariana. Así, juntos, salieron del café, platicando y riendo mientras se dirigían al carro.
En ese preciso momento, José Manuel acababa de salir del Centro Empresarial Platino y, al levantar la vista, se topó con la escena.
—No estoy viendo mal, ¿verdad? ¡Esteban, mira enfrente!
José Manuel apuró a su amigo, señalando con la cabeza a la pareja que parecía recién salida de una telenovela.
En realidad, Esteban ya había notado la escena antes de que José Manuel dijera nada.
Su expresión, siempre impasible, no cambió ni un poco. Las palabras de José Manuel tampoco lograron frenar su paso. Cuando pasó junto a su amigo, soltó con tono seco:
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