En el despacho de abogados más prestigioso de San Márquez, Gabriel estaba a punto de irse a casa cuando recibió una llamada que, en el fondo, ya esperaba.
—¿Señorita Santana, en qué puedo ayudarla? —preguntó sin molestarse en disimular el desdén en su voz.
Seguro venía a husmear sobre lo que pensaba el presidente Ferreira, ¿no? Vaya manera de sobrevalorarse.
Gabriel giró sobre su silla y se dejó caer en el respaldo, con una sonrisa cargada de burla.
Ariana, al otro lado de la línea, tampoco se anduvo con rodeos.
—Ya reservé la cita en el registro civil. ¿El señor Montiel ya le avisó a Esteban?
Esta mujer, ¿de verdad le gustaba tanto el teatro? Que no se le vaya a salir de control, no vaya siendo que el presidente Ferreira en serio termine divorciándose de ella.
Gabriel frunció el entrecejo.
—Disculpe, señorita Santana. Durante el día el presidente Ferreira estuvo ocupadísimo, ni siquiera pudo contestar mis llamadas.
Le estaba diciendo, sin decirlo, que no le había pasado el recado a Esteban.
Ariana ni se sorprendió ni se molestó.
Ya estaba acostumbrada al desprecio de quienes rodeaban a Esteban. Para ellos, solo era la interesada que había conseguido casarse con él usando artimañas.
Pero si lo pensaba bien, la más perjudicada con todo aquello había sido ella.
Su primera vez, tan valiosa para ella, había terminado siendo como haberla tirado a la basura.
Sacudiendo esos recuerdos, Ariana respondió con voz serena:
—No importa. Si quiere, puede llamarle ahora y explicarle la situación.
Gabriel soltó una risita burlona.
—¿A poco usted no tiene el número del presidente Ferreira? Si tanto le urge, puede llamarle usted misma y arreglar el tema.
Ariana sonrió con ironía. Justo como lo imaginaba.
—Anoche me bloqueó. No puedo comunicarme con él.
—Ah, ya veo... —Gabriel fingió sorpresa, su tono entre sarcástico y despreocupado—. Pero vea, ya es hora de salida. No sería apropiado molestarlo ahora. No se preocupe, buscaré el momento adecuado para hablar con el presidente Ferreira.
Ariana no contestó. Se quitó el auricular bluetooth, detuvo la grabación de la conversación y colgó.
El silencio llenó la oficina. Gabriel, al notar que la llamada había terminado, soltó una risa sorda y dejó caer el celular sobre el escritorio. Nadie podría adivinar en qué estaba pensando.
...
A las dos de la mañana, Ariana despertó de golpe, atrapada en una pesadilla.
Permaneció acostada en la oscuridad, escuchando el galopar de su propio corazón, incapaz de calmarse.
En dos días sería el aniversario luctuoso de su madre. Tenía que firmar el divorcio hoy mismo. Si no, no tendría cara para ir a la iglesia a encenderle una vela.
A las ocho de la mañana, Ariana ya iba en un taxi rumbo al registro civil, con todos sus papeles en la bolsa.
No esperaba que Gabriel le avisara a Esteban, pero tenía sus propios métodos.
Al llegar, fue directo al mostrador de atención y, tras explicar su situación, le prestaron el teléfono fijo para llamar a Esteban.
Después de unos treinta segundos, contestaron.
—¡Registro civil!
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