El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 71

—Papá, mamá.

Justo cuando Esteban no sabía cómo salir del aprieto, apareció su madre, Salomé.

Llevaba puesta una gabardina de lana color camello y debajo un suéter claro de cuello alto. Su porte era elegante, rebosando una clase que imponía respeto. Bajó la escalera con paso tranquilo y seguro, acercándose hacia donde estaban todos.

Al ver que su esposa despertaba de la siesta, Héctor se apresuró a acercarse con la intención de ayudarla, pero Salomé lo detuvo con una sola mirada.

El problema de su corazón seguía siendo un secreto para los suegros. Si la familia de Héctor se hubiera enterado en su momento, tal vez no la habrían aceptado, aunque los Ibarra y los Ferreira eran familias igual de poderosas.

Ahora que su esposo actuaba tan preocupado por ella, temía que alguien sospechara de aquel episodio en que terminó hospitalizada.

Al captar la señal en los ojos de su esposa, Héctor se detuvo de inmediato y cambió su gesto por uno más sereno.

—¿Ya te adaptaste al cambio de horario? ¿Por qué no descansas un rato más? —preguntó, con voz de preocupación.

Salomé le dedicó una sonrisa tranquila.

—Dormí demasiado y terminé con dolor de cabeza. Mejor decidí bajar a caminar un poco.

—¡Señora! —exclamó Nerea con rapidez, saludando respetuosamente a Salomé.

La mirada suave de Salomé se posó en Nerea.

—Nere, tu tío y yo trajimos unos recuerdos de España para ti. En un rato pídele a Pilar que te los pase.

Nerea sonrió, agradecida.

Todos tomaron asiento mientras las empleadas servían café.

La abuela, acostumbrada a ver a su nuera siempre delicada, no notó nada fuera de lo común esta vez.

Ya que Salomé estaba presente, la abuela decidió delegarle el encargo que tenía en mente: llamar por teléfono a Ariana para invitarla esa noche a cenar en familia.

—Qué bueno que ya despertaste. Hazme el favor de llamarle a Ariana y dile que venga hoy a cenar. Así compartimos una comida en familia —ordenó la abuela, mirando a Salomé.

Después de más de una semana recuperándose en el hospital, Salomé ya se veía mucho mejor.

Su sonrisa era amable, pero sus palabras, aunque suaves, no dejaban opción a réplica.

—Mamá, Esteban a veces está tan ocupado, y nosotros siempre lo comprendemos. Nunca le pedimos que venga solo por una comida. Ahora Ari está concentrada trabajando en su novela, no la molestemos. La inspiración es delicada, lo peor es interrumpirla.

Salomé continuó, con voz persuasiva:

Capítulo 71 1

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