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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 114

Uno de los tipos jaló el basurero que habían puesto para bloquear el paso.

De pronto, se escuchó de nuevo esa voz despectiva:

—Deja en paz el basurero, me fastidia el ruido.

La manera en que lo dijo era como si Héctor ni siquiera valiera lo mismo que ese basurero.

...

Noelia llevaba horas esperando noticias de Héctor en la casa de los Loredo, pero él no daba señales de vida.

Al día siguiente sería su cumpleaños. Tanto ella como Penélope habían estado lamentándose durante semanas para poder convencer a la familia Loredo de sacarla del hospital y llevarla de regreso a la casa.

Noelia tenía sus propias razones para querer volver.

Antes de regresar, hasta consultó con el médico si podía tener algo de intimidad con su esposo.

La respuesta del doctor fue que, si eran cuidadosos, no habría problema.

Sin embargo, la noche pasó y Samuel no apareció por la casa. Ni siquiera Héctor, quien había dicho que iría a platicar con ella, había dado la cara.

Ya entrada la madrugada, Noelia empezó a inquietarse.

¿Y si Héctor fue a buscarle problemas a Marisa y algo salió mal?

Buscó un rincón discreto y le marcó a Héctor.

El teléfono aparecía como apagado. Eso la inquietó aún más. ¿Quién de la gente joven hoy en día permite que su celular se quede sin batería?

Al presentir que las cosas no iban bien, Noelia decidió llamar a Inés Juárez.

—Mamá, ¿está mi hermano en casa? Le he estado llamando y no contesta —preguntó Noelia.

La voz de Inés sonaba despreocupada:

—Ay, tu hermano acaba de pasar por aquí con esa bola de amigos que siempre trae. Dicen que iban camino al Club Nocturno Estrella. Mira, tu hermano ya está grande, pero no puede pasarse la vida ahogando la soledad en ese tipo de lugares. Noelia, deberías presentarle alguna muchacha bien. Tu hermano salió a mí, es guapo, igualito a esos actores de novelas coreanas.

Saber que Héctor estaba bien tranquilizó a Noelia. Intercambió un par de frases más y colgó, porque temía que si seguía la conversación, Inés le insistiría de nuevo con lo de buscarle una novia de buena familia a Héctor.

A la mañana siguiente, Noelia se sentó a la mesa y empezó a quejarse con Penélope:

—Mamá, últimamente Nicolás me ignora mucho, me preocupa que tenga algo fuera de casa...

Penélope, ya un poco fastidiada pero sin querer molestar demasiado a Noelia por el bebé que esperaba, terminó por consolarla:

—Nicolás es mi hijo, puedes estar tranquila. Yo sé cómo es, no tiene nada raro. Lo que pasa es que últimamente le encargamos toda la empresa, está saturado.

Después, Penélope no perdió la oportunidad de lanzarle una advertencia:

—Como mujeres, lo más importante es no meterles más presión a los hombres. Así que no le armes escándalo a Nicolás, que ya bastante tiene. El proyecto con el Grupo Olmo no está avanzando y eso ya lo trae de cabeza, ¿me entiendes?

Clavó los ojos en Noelia, quien solo pudo agachar la cabeza y probar un poco del postre.

—Sí, mamá, lo entiendo.

Penélope alzó la ceja y miró de reojo a las empleadas de la casa.

—¿Qué esperan paradas ahí? ¿No ven que ya está lista la comida? Vayan a llamar a Nicolás para que baje a desayunar. De verdad, todo el día las veo perdiendo el tiempo.

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