Él se acercó y, con una sonrisa falsa, tomó la mano de Marisa con entusiasmo.
—Marisa, ya sácame de tu lista de bloqueados, ¿sí? Mira, puedo darte algo de dinero. No es mucho, pero aun así estarías mucho mejor que ahora. No hagas un drama, en serio, sólo espera a que Noelia tenga al bebé y todo volverá a ser como antes. Ya no tendrás que pasar por tantas dificultades…
Marisa hizo un esfuerzo y logró zafarse de su mano, dejando una marca roja en su muñeca por lo fuerte que él la había apretado.
El solo hecho de que Samuel se le acercara así la hacía sentir insegura.
¿Acaso este tipo estaba insinuando que en cuanto Noelia diera a luz, él iba a volver a ser el Samuel de siempre y todo lo suyo iba a regresar a la normalidad con ella?
¿De verdad pensaba que ella debía agradecerle, como si hubiera sobrevivido a una tragedia, y volver con lágrimas en los ojos a la familia Loredo para darle las gracias?
Por favor, qué absurdo. Era el chiste más grande que había escuchado en su vida.
Marisa se dio cuenta de que las palabras ya no iban a hacer que Samuel se hiciera a un lado, así que tuvo que contener las náuseas y trató de pasar a la fuerza junto a él.
Samuel reaccionó de inmediato, levantó el brazo y la detuvo, cerrándole el paso.
Marisa lo miró con incredulidad.
—Cada vez estás peor, ¿eh? Ya quítate, no seas desagradable.
Samuel, como si ya se hubiera resignado a mostrarse tal cual era, le contestó:
—Te dejo ir, pero primero tienes que sacarme de la lista de bloqueados. De verdad quiero que estés bien estos días, no quiero verte tan mal…
Ante eso, Marisa no dudó ni un segundo: levantó la rodilla y le dio un golpe directo a Samuel en un punto muy sensible.
—¡Ah! —Samuel se dobló del dolor, retirando el brazo de inmediato. Se quedó agachado en el suelo, gimiendo como si le hubieran arrancado el alma.
Aprovechando el momento, Marisa salió corriendo de ahí.
¿Para qué perder el tiempo hablando con alguien así? Si a los animales no se les puede razonar, ¿cómo iba a entender este tipo?
Pero los animales también temen al dolor. Esa era la mejor lección.
...
Dentro del restaurante.
Rubén ya llevaba un buen rato esperándola.
Había pensado levantarse para buscarla y ver por qué tardaba tanto.
Justo cuando se disponía a hacerlo, vio a Marisa entrando apresurada al restaurante.

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