Samuel agregó a Rubén en WhatsApp y, creyéndose generoso, le transfirió diez mil pesos de inmediato.
Al tratarse de una cantidad tan grande, la aplicación le pidió confirmar el apellido del destinatario.
—¿Cuál es tu apellido?
—Olmo.
Samuel tecleó “Olmo” sin dudar, aunque algo en el ambiente le pareció raro.
¿Rubén Olmo?
—Vaya, cómo se nota que hasta el nombre lo inventaron… Seguro este tipo solo quiere colgarse de la fama de la familia Olmo de Clarosol —masculló Samuel, divertido.
Apenas envió el dinero, vio que el destinatario lo aceptó al instante. Samuel se estiró en su silla, con una mueca de satisfacción pintada en la cara.
—Así que este es el nuevo marido que Marisa se consiguió… Ni a mis zapatos le llega, y para colmo, se humilla por diez mil pesos. Qué bajo ha caído.
Curioso, Samuel entró al perfil de Rubén.
Solo tenía una publicación.
Era una captura del traspaso de Marisa, con el mensaje: [De ahora en adelante, la señora Olmo me mantendrá.]
Al ver eso, Samuel no pudo evitar soltar una carcajada burlona. ¿Qué tan mal tienes que estar para presumir que una mujer te mantiene?
Y para colmo, Marisa tampoco es que gane mucho, ¿dos mil, tres mil? ¿A quién podría mantener con eso?
Samuel negó con la cabeza, despectivo.
—Ay, Marisa… Yo soy lo mejor que pudiste encontrar, no hay más allá de mí.
...
En ese mismo momento, Marisa acababa de salir de la ducha y de pronto estornudó con fuerza.
—¿Por qué siento que alguien anda hablando mal de mí a mis espaldas últimamente? —murmuró, frunciendo el ceño.
Mientras tanto, Rubén ya había reenviado los diez mil pesos que Samuel le transfirió a su asistente.
El asistente no pudo ocultar su asombro.
—Señor Olmo, yo ya tengo mi salario…
—Dónalo para los niños de las comunidades rurales —le indicó Rubén, sin darle mucha importancia.
La confusión del asistente aumentó. Diez mil pesos era una cantidad menor para alguien como el señor Olmo, y además, el Grupo Olmo tenía su propia fundación benéfica.
Pero un buen asistente sabe obedecer sin cuestionar. Si el señor Olmo lo decía, así se hacía.
...
Marisa salió del baño, secándose el cabello aún empapado.

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