El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 200

Aunque Marisa no era la persona más sensible en asuntos del corazón, distaba mucho de ser ingenua.

Desde la sala de invitados hasta ahora, las palabras y gestos de Margarita ya le habían dejado claro cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Margarita se sorprendió un poco; la señora Olmo que ahora le sujetaba la muñeca no era tan fácil de manipular como aparentaba.

—Ya que la señorita Vega piensa que lo tuyo con Rubén no está resuelto, ¿por qué no aprovechamos que todos estamos aquí para hablarlo de una vez y aclarar las cosas? —soltó Marisa, con voz serena.

En el rostro de Margarita apareció, fugaz, una chispa de desconcierto.

Justo en ese momento, Rubén se acercó a grandes zancadas. La mirada aguda de Margarita desapareció en un parpadeo, volviéndose dulce y dócil.

—Marisa, entre Rubén y yo no hay nada, ¿me dejas ir? Todavía tengo que ir por el ramo —dijo Margarita, aunque en realidad parecía estar hablándole más a Rubén que a Marisa.

Rubén se detuvo frente a ellas. Observó a Marisa, luego miró su mano sujetando la muñeca de Margarita.

Margarita esbozó una sonrisa inocente:

—Rubén, mira, la señorita Páez no me deja ir, insiste en tenerme aquí.

La mirada de Rubén era tan oscura que resultaba imposible descifrarla bajo la luz del salón. Sus labios se curvaron apenas, y espetó con tono seco:

—Llámala señora Olmo o cuñada, decirle señorita Páez suena demasiado lejano.

Margarita se quedó un instante inmóvil, su expresión vaciló, pero de inmediato recuperó su tono suave.

—Cuñada, déjame ir, ¿sí? Cuando atrape el ramo podemos platicar tranquilas, ¿vale?

Marisa aflojó la mano; en realidad, nunca la había sujetado con fuerza.

Al soltarla, Margarita se llevó la otra mano a la muñeca y frunció el ceño, fingiendo dolor.

—Cuñada, me dolió —dijo, en tono de broma.

El gesto de Marisa reflejaba confusión, como si una nube espesa le ensombreciera la frente.

—Perdón.

Margarita sonrió entrecerrando los ojos:

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