El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 280

Marisa sintió que esas palabras le revolvían el estómago.

En el fondo, sí, donde está el dinero, ahí podría estar el amor.

Pero el dinero de Samuel, definitivamente no estaba con ella.

Marisa recordó la época en la que Víctor Páez tuvo problemas, cuando necesitaban dinero para mover algunos contactos. Todavía no podía olvidar la cara que puso la familia Loredo en aquel entonces.

Penélope Loredo, siempre de manera directa o con indirectas, le recordaba que ahora que estaba casada con los Loredo, debía considerarse una de ellos. Si se preocupaba demasiado por los asuntos de los Páez, parecía que estaba apoyando a la familia equivocada.

En ese momento, Marisa ya no podía pedirle nada más a la familia Loredo respecto a los asuntos de los Páez.

Así que puso sus esperanzas en Samuel, esperando que él notara por lo que estaba pasando.

Pero Samuel nunca se acercó a ayudarla por iniciativa propia.

No creía que Samuel fuera tan ingenuo como para no entender cómo funcionaban las relaciones personales. Así que el resultado era claro.

Solo se hacía el desentendido.

Ahora, verlo tan generoso diciendo que la llevaría a escoger un anillo de diamantes, probablemente solo se debía a que había mucha gente observando y no quería pasar vergüenza. O quizá pensaba que gastar ese dinero en un anillo podía arreglar una relación rota. Para él, era un buen trato.

En fin, Samuel nunca haría algo en lo que no saliera ganando.

Samuel le daba náuseas, y los curiosos a su alrededor también.

Marisa giró la cabeza y le lanzó una mirada dura a la mujer que estaba grabando todo, la misma que había dicho que el amor está donde está el dinero.

—Señora, por favor deje de grabarme. Está invadiendo gravemente mi privacidad.

En cuanto terminó de hablar, la mujer bajó el celular, un poco avergonzada.

Marisa volvió la vista hacia Samuel, que seguía arrodillado en su pose de propuesta, sin moverse.

—Un anillo grande puede llamar la atención, pero tú, ya no eres alguien que valga la pena para mí.

Soltó esa frase cortante y, sin mirar atrás, se dirigió a la salida del hotel. Afuera, detuvo rápidamente un carro y se marchó.

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