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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 32

Marisa sentía un nudo en el pecho al ver sufrir a su madre.

Yolanda, en el fondo, jamás había enfrentado una tormenta tan feroz como la que traía el escándalo de Víctor, envuelto ahora en ese caso de corrupción. Ella siempre había sido una ama de casa tranquila, sin preocupaciones, con su esposo lidiando con los asuntos del mundo y ella ocupándose del hogar.

No existían tensiones laborales entre ellos, Víctor era un hombre digno de confianza, y tampoco había pleitos emocionales ni disputas familiares.

Por eso, ante semejante situación, era inevitable que Yolanda estuviera nerviosa y desorientada.

Marisa le apretó la mano a su madre.

—Mamá, te lo prometo, no va a pasar nada.

En el camino al hospital, el guardaespaldas ya había avisado a la familia Loredo.

Así que, antes siquiera de que ellas llegaran, los Loredo ya estaban ahí.

Marisa tenía la intención de ayudar a bajar a Noelia del carro cuando los guardaespaldas la sujetaran, sobre todo porque todos eran hombres y siempre era mejor evitar malentendidos.

Pero Penélope, desbordada de furia, le agarró el cabello a Marisa y la jaló con fuerza hacia fuera del carro.

—¡Estás loca! ¿Sabes el lío en el que metiste a todos? La vez pasada en el centro comercial debí haberte dado una lección, así no andarías tan altanera ahora.

Penélope nunca había sido una persona fácil, pero ahora, encendida por la rabia, se desquitaba con aún más brutalidad.

Marisa sintió que le arrancaban el cuero cabelludo.

Entre los tirones, alcanzó a ver a Samuel.

Lo vio correr a toda prisa hacia ellos, pasarla de largo, y arrebatarle a Noelia a los dos guardaespaldas.

—¡Quítense, par de inútiles! Ni servir para vigilar a una persona saben. ¿Para qué les pagan?

Samuel descargaba su furia sobre los guardaespaldas, demostrando lo mucho que le importaba Noelia.

Le importaba tanto, que ni siquiera lanzó una mirada a Marisa, a pesar de que Penélope la estaba humillando.

Marisa intentó zafarse, pero no tenía cómo competir contra la fuerza de una mujer fuera de sí. Sintió cómo le arrancaban mechones de cabello y, en un parpadeo, su melena quedó hecha un desastre.

Capítulo 32 1

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