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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 340

Marisa parecía una niña que había recibido el diploma equivocado en la ceremonia de fin de curso, temerosa de defraudar las expectativas de su familia, mirando a Rubén con una inquietud que no lograba disimular.

No sabía en qué momento exacto, pero Rubén se había convertido en la primera persona a la que buscaba cuando se sentía angustiada.

Rubén primero arqueó las cejas, sorprendido.

No lograba entender cómo ese asunto había llegado a oídos de Yolanda.

Sin embargo, no era el momento de detenerse a pensar en eso.

Tras tomar aire para calmarse, se acercó a Marisa para tranquilizarla.

—No te preocupes, voy a hablar con mamá y aclarar todo.

Apenas terminó de decirlo, se levantó.

—Voy a recibir a mamá.

Marisa vio a Rubén levantarse de inmediato, mostrando el respeto que sentía por Yolanda. Aquella acción le provocó un nudo en la garganta, sintiendo que sus ojos se humedecían.

¿Por qué no se había dado cuenta antes?

Cuando la familia Loredo trató con indiferencia a Yolanda, debió entender que, si ella hubiera sido realmente importante para los Loredo, jamás habrían tenido esa actitud con su madre.

...

En la planta baja.

Yolanda acababa de colgar el teléfono cuando vio la figura apresurada de Rubén saliendo del elevador.

Él buscaba con la mirada, visiblemente inquieto y con cierto nerviosismo.

Yolanda levantó la mano y le sonrió, saludándolo.

—¡Rubén!

Cuando sus ojos se encontraron, Rubén esbozó una sonrisa cortés y respetuosa, la que siempre usaba con los mayores de la familia.

Se acercó a saludarla.

—Mamá, buenas tardes. ¿Por qué no avisó que vendría? Habría mandado al chofer por usted.

Yolanda no podía ocultar la alegría en su rostro. Con un yerno así, no podía pedirle nada más a la vida.

Rubén la invitó a acercarse al elevador.

—Mamá, por aquí, por favor.

Yolanda tomó la mano de Sabrina, que se encontraba junto a ella, y siguió a Rubén, todavía sonriendo de oreja a oreja.

—Es que cuando Sabrina me contó que Marisa estaba esperando bebé, me puse tan emocionada que ni supe qué hacer. De la emoción, la arrastré conmigo y nos venimos corriendo.

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