Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 117

Aunque Alejandro no dijera nada, Sofía se la habría puesto de todas formas. Después de hacerlo, se tranquilizó.

Cuando Isabella le derramó vino, Alejandro salió en su defensa, además de ser su secretaria, también sería porque ella era su media hermana. Al no gustarle lo que vio, ayudó a darle una lección. Como hermano mayor, tenía autoridad para hacerlo.

Si se empeñó en quitar esa tirita, era para averiguar si Diego la había agredido. Si él había ejercido violencia doméstica, Alejandro intervendría. Al descubrir que era un chupón, se sintió incómodo. Sofía entendió un poco por qué estaba molesto: tenía buenas intenciones, pero terminó en una situación embarazosa e incluso podría lamentarse por haberse metido donde no lo llamaban.

Durante todo el camino de ida al estacionamiento del complejo, Alejandro no dijo ni una palabra más. Bajaron del auto y tomaron el ascensor. Ya casi llegaban a sus departamentos.

Entonces, Sofía de repente lo detuvo. Alejandro la miró con expresión indiferente.

—Señor Montoya, sé que me revisó porque temía que Diego me hubiera maltratado. Gracias, usted es una buena persona. No creo que se haya metido donde no debía. No se preocupe por eso.

Alejandro suspiró resignado. Los miembros de su generación en los Montoya lo insultaban llamándolo antisocial de sangre fría. Lo maldecían para que se fuera al infierno en esa vida.

Pero, ¿Sofía decía que era una buena persona? Probablemente era el cumplido más absurdo y sarcástico que había escuchado en su vida.

—No soy una buena persona.

Alejandro soltó esa frase y se fue a casa, sin mostrar ni una pizca de gratitud por sus palabras. Entonces, Sofía suspiró resignada. Está bien, eso era muy típico de Alejandro.

***

Después de llegar a casa y asearse, Sofía se miró al espejo y la marca en su cuello era demasiado molesta a la vista. Se aplicó pomada y regresó al estudio.

Antes había planeado tramitar el certificado de divorcio y después hablar con Eduardo, pero las acciones de Diego la hicieron cambiar de opinión.

En cuanto el abuelo regresara, se lo diría inmediatamente. Cuando Diego se volvía loco, Sofía no tenía manera de controlarlo. ¡Pero siempre había alguien que podía domarlo!

Además de eso, estaba Isabella. Sofía tenía que encontrar una manera de que ella se pusiera de su lado. Eso tampoco era muy difícil. Ese fin de semana había sido muy agotador. Sofía trabajó en el estudio hasta las doce y se fue a dormir.

Pero esa noche alguien no durmió. En la empresa de videojuegos Dimensiones Infinitas se estaba llevando a cabo una reunión. Los directores generales de la empresa, Sebastián y Joaquín, escuchaban con expresión pálida el reporte del departamento técnico.

Los ojos fríos de Sebastián se ensombrecieron.

—Si vuelves a mencionar la palabra "cuñado", te vas.

—Está bien, está bien, no te digo más, pero tenemos que prepararnos. Si fue Mateo, ¿qué hacemos?

Sebastián pensó en Mateo y recordó a su tía. Mateo era hijastro de ella y Sebastián solo sentía una ironía infinita. Se frotó las sienes y dijo:

—Pues, lo destruimos, ¿qué más se puede hacer?

¿Qué importaba Mateo? No consideraría a su tía. Ajustaría cuentas con él. Por supuesto, solo Sofía sería tan tonta como para seguir preocupándose por su tía. Después de que su tía se casara con los Herrera, hacía tiempo que no los consideraba familia.

No podía ver la realidad, estaba ciega por la tenacidad y el resultado era como el de Sofía: ya no parecía persona. Sofía había caído desde hacía tiempo, girando alrededor de un hombre que no la amaba. ¡Era la tonta más estúpida que había visto!

Sebastián admitía que era un desgraciado, frío, egoísta, que no se preocupaba por otros. Vio a Sofía entrar al círculo de fuego y no dijo ni una palabra para disuadirla; se quedó observando fríamente. Cuando ella sufriera, él incluso le daría otra patada, burlándose de ella.