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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 171

El agente se quedó completamente pasmado al ver a Alejandro. Aunque no lo conocía, quedó impactado e intimidado por toda esa presencia imponente, y su expresión se puso seria al instante. Luego asintió con una sonrisa lambiscona y se quedó sentado sin decir una palabra más. Alejandro agarró la tarjeta de presentación delgadita entre los dedos y la tiró, sin importarle, al bote de basura.

Sofía aún no había dicho nada cuando él volvió a cerrar los ojos. Había estado con los ojos cerrados todo el tiempo, y aunque el agente había hablado en voz baja, ¿cómo sabía todo lo que había pasado? ¿Estaba realmente dormido o despierto?

Justo cuando Sofía terminaba de preguntárselo, el avión empezó a moverse bruscamente. La azafata anunció que habían encontrado turbulencias fuertes y pidió que no entraran en pánico.

Sofía trató de mantenerse calmada, pero las turbulencias continuaron por mucho tiempo. Todos los pasajeros en la cabina comenzaron a ponerse nerviosos, algunos incluso gritaban, y el pánico se extendía como un contagio mientras las azafatas trataban de tranquilizar a todos sin parar.

Ella se aferró firmemente a los reposabrazos, reprimiendo todas las terribles imágenes que se agolpaban en su mente. De repente, algo cubrió el dorso de su mano. El cuerpo de Sofía se estremeció y volteó bruscamente. Alejandro la miró con serenidad.

—No tengas miedo.

Después de decir esto, la mano que cubría la suya ejerció un poco más de presión. El estado de agitación de Sofía se calmó considerablemente gracias al consuelo de Alejandro, pero el avión volvió a sacudirse violentamente. Sofía ya no se atrevía ni a moverse, y su voz comenzó a temblar.

—Señor Montoya, tengo mucho miedo... ¿Cree que podríamos...?

Alejandro le apretó la mano con más fuerza, y su voz sonó fría.

—No.

—¿De... De verdad que no?

El pánico se extendía rápidamente, y el consuelo de Alejandro ya no surtía efecto.

—Por viajes de trabajo, la empresa te compró seguro. Si te mueres, igual te compensan bien.

—Si no sabe consolar a la gente, mejor no hable —le respondió Sofía.

Solo en estado de terror se atrevía Sofía a hablarle de esa manera. Alejandro no se molestó.

Pero Sofía estaba a su lado. Con ella la mala suerte también se convertiría en buena suerte, como cuando Sofía había sacado una buena mano y le había ayudado a ganar diez mil dólares. Así que esta vez también estarían a salvo.

Mientras Alejandro pensaba esto, las turbulencias fueron disminuyendo gradualmente. Las azafatas tranquilizaban las emociones de los pasajeros, y muchas personas en la cabina vitoreaban y aplaudían. Después de pasar por una tensión extrema, el corazón de Sofía aún latía descontroladamente, pero su alegría era evidente.

—¡Qué bueno! ¡Ya pasó todo!

Alejandro retiró su mano discretamente, su mirada se detuvo por dos segundos en la cara de alegría de Sofía tras haber sobrevivido, y luego apartó la vista. Ella solo pensó que Alejandro tenía un autocontrol impresionante: ni siquiera le tenía miedo a la muerte.

—Señor Montoya, ahora, aunque quisiéramos morirnos, no podríamos. —No pudo contener su felicidad.

—Mejor no digas cosas de mal agüero —le respondió Alejandro.

Sofía se sintió indefensa. Después de todo, no había sido ella quien había empezado con esos comentarios. Después de que pasó el peligro, Sofía se sintió un poco mareada, y hasta que se bajaron del avión, su cabeza siguió dando vueltas.

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