Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 214

Al fin y al cabo, la diferencia era grande: los beneficios que Sofía obtenía eran mucho mayores que los que recibía Alejandro de ella.

Una cooperación desigual no podía durar demasiado.

Sofía lo tenía en mente, pero después de lo que Alejandro dijo, ya no sentía ninguna carga. Mientras pudiera devolverle lo que debía, no estaría en deuda con él. Además, Alejandro tenía una gran reputación, así que no sería alguien que rompiera su palabra.

—Señor Montoya, usted es una muy buena persona, en serio —añadió.

Alejandro no respondió.

Al mismo tiempo, Sofía se quitó otra preocupación de encima, ya que, desde que regresó de San Rafael, temía que el “aniversario compartido” con Diego hubiera disgustado a Alejandro. Incluso le pidió ayuda a Camilo, aunque su consejo no sirvió de nada.

Sin embargo, no había nada más contundente que un certificado de divorcio para mostrar sinceridad. Si Alejandro estaba dispuesto a ayudarla, significaba que ya la había admitido en su bando, por lo que ella no podía seguir enredada con Diego y cometer un error.

Así que, por muchas palabras, nada valía tanto como el certificado de divorcio.

Alejandro ya no tendría de qué preocuparse.

El divorcio era una bendición.

Al mismo tiempo, a Sofía le parecía increíble: se había divorciado de Diego, no quería tener relación alguna con la familia Villareal y, aun así, terminó agarrándose del respaldo de Alejandro. Quizá porque, en ellos, salvo Eduardo, Alejandro no tomaba en cuenta a nadie más.

Eso le permitía relacionarse con él.

Si Alejandro hubiera estado de parte de la familia Villareal, ella lo habría evitado instintivamente y habría renunciado lo antes posible. Se atrevió a pedirle ayuda precisamente porque él no estaba del lado de la familia.

El destino, de verdad, era impredecible.

***

El Bentley se detuvo frente a la farmacia.

Alejandro bajó del auto y Sofía, siguiendo su alta figura, entró con él.

Ella fue la primera en explicarle al médico la situación y pedirle que tratara la herida de Alejandro, así que se mostró muy atenta, como una secretaria ejemplar.

Alejandro se dejó llevar, tranquilo.

El médico le desinfectó la herida con yodo, pero la presencia de Alejandro era tan imponente que le temblaba la mano. Sin querer, presionó directamente sobre el hueso lastimado.

—Más suave, por favor —dijo Sofía enseguida.

El médico, consciente de que había sido brusco, se asustó y, después del recordatorio de Sofía, solo pudo ser todavía más cuidadoso.

Alejandro, sin embargo, pensaba que Sofía había cuidado con esa misma delicadeza a Diego en el pasado. De inmediato, una oleada de emociones negativas se arremolinó en su mente y le oprimió el pecho, pero finalmente las contuvo con seriedad.

Sofía no se dio cuenta de nada de lo que pasaba por la cabeza de él.

Aunque la herida debía dolerle, Alejandro no se molestó ni una sola vez, así que nadie podía adivinar lo que sentía en realidad.

Solo desde que se había vuelto más cercana a él, Sofía se atrevía a estar más relajada en su compañía.

Cuando terminaron de curarle la herida, Sofía pagó la cuenta. La suma no era alta, y Alejandro no insistió en hacerlo.

Después, Alejandro la llevó en auto de vuelta a las oficinas del registro civil.

Allí estaba estacionado el vehículo de Sofía.

Ella recordó lo de anoche.

“El mensaje que me mandaste anoche, no lo vi”.

“Por suerte no lo viste”.

“¿?”.

“Lo envié por error”.

“¿Solo me felicitas a mí? ¿No vas a felicitar a Diego? Por fin se libró de mí”.

“Tranquila, lo invitaré a tomar algo para felicitarlo por escapar del infierno del matrimonio”.

Sofía pensó que Gabriel ya ni siquiera disimulaba.

Antes decía que Diego había sido un desastre como esposo, y ahora lo pintaba como alguien que había logrado liberarse.

Tal para cual. La cortesía de Gabriel solo existía por la relación con Diego.

Ella decidió no responderle más.

No pertenecían al mismo mundo.

Pero pronto llegó otro mensaje de Gabriel.

“Sofía, escuché que Camilo ya voló a Puerto Azul para celebrar que volviste a la soltería. ¿Puedo ir yo también?”.