Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 213

Sofía no pudo evitar reírse.

—Señor Montoya, es demasiado amable, no hace falta que me dé un regalo.

—Soy el primero en saber que te divorcias, así que debo hacerlo.

De repente, Sofía entendió por qué Alejandro, a pesar de ser alguien tan arrogante, tenía tantos amigos.

Arrogante sí, pero también muy atento.

Entonces recordó el acuerdo de antes.

—Señor Montoya, antes tenía miedo de no poder enfrentar sola a Diego y de que él no aceptara el divorcio, por eso le pedí ayuda. Ahora que ya se hizo, esa presión desapareció. Entonces, sobre nuestro acuerdo, podríamos…

Alejandro captó de inmediato sus intenciones y preguntó, molesto:

—¿Ahora que terminaste tus asuntos quieres deshacerte de mí?

—… No. Ni siquiera me atrevería —respondió Sofía.

Él la miró de reojo, sin expresión.

—Diego no te dejará en paz tan fácilmente.

La cara de Sofía se tensó.

La locura que había mostrado Diego hacía un momento no parecía propia de alguien dispuesto a rendirse.

Tanto Diego como Isabella eran de carácter errático. No se sabía cuándo volverían a perder el control. Eso ya empezaba a poner nerviosa a Sofía.

Aunque Diego no la quisiera, no podía estar del todo segura…

Mientras pensaba eso, Alejandro habló, molesto:

—Sofía, fuiste tú la que me buscó primero. ¿Ahora quieres irte después de usarme? No te será tan fácil salir ilesa.

La cara de Sofía cambió por completo.

Sabía muy bien cuánto detestaba Alejandro relacionarse con la gente. Como solo habían cooperado una vez, pensó que era algo secundario y quiso dejarlo claro.

Jamás imaginó que él se molestaría.

—Señor Montoya, solo no quería causarle más molestias —dijo con nervios.

La voz de Alejandro sonó seria, pero con una fuerza que calmaba.

—Conmigo aquí, él no se atreverá a tocarte. ¿Rechazar un beneficio así? ¿Acaso eres tonta?

Sofía sabía perfectamente que Alejandro era un respaldo poderoso, y sus palabras dejaban claro que estaba dispuesto a protegerla.

El tono era dominante, como si no aceptar esa ventaja fuera un error de su parte.

Sofía lo pensó y, con sinceridad, dijo:

—¿No será demasiado descarado aprovecharme de usted?

Alejandro respondió con otra idea:

—No solo Diego, también Isabella. Si llegan a molestarte, puedes venir a mí cuando quieras.

Sofía se quedó sin palabras.

Hasta que desaparecieran y Sofía quedara completamente dentro de su territorio.

Y al mismo tiempo, él se metería con fuerza en su mundo; aunque ella cerrara los ojos, no podría ignorar su presencia.

Entonces dijo, serio:

—Si no quieres darlo por terminado, déjalo como una deuda pendiente. Así te sentirás mejor.

—Me preocupa no poder pagarla —admitió Sofía.

—¿Acaso soy tan cruel al cobrar? —preguntó.

Ella guardó silencio.

—Solo te pediré que me ayudes a ganar una vez en la mesa de juego y, además, que me prepares una cena ligera con tus propias manos —dijo Alejandro, y añadió:

—No te pondré en aprietos ni te pediré nada que no puedas cumplir.

Sofía se tranquilizó.

—De acuerdo.

Después de todo, la cooperación consistía en que ambas partes obtuvieran lo que necesitaban.

Y Sofía tenía muy claro Alejandro tenía algo de interés en ella desde que, en la velada benéfica de la Gloria, se enteró de que iba a divorciarse de Diego.

Antes de eso, Alejandro jamás la había mirado de verdad a los ojos.

Así quedaba claro: lo que lo movía era su repulsión hacia Diego, y también las ganas de usarla para irritarlo.