De la nada, Sofía sintió algo extraño en el corazón.
Creyó que con la explicación que le dio cuando bajó del auto sería suficiente para que Alejandro dejara de dudar.
Pero no fue así.
Quizás sus tres años de matrimonio le enseñaron a lidiar sola con todo tipo de emociones, muchas de ellas muy dolorosas.
Por eso, no le dio tanta importancia a esa pizca de tristeza que sintió en el auto cuando pensó en su madre.
Sofía pensó en lavarse la cara y leer un poco para olvidarse del asunto.
No se imaginaba que Alejandro no la dejaría en paz tan fácil.
***
La mirada de Alejandro era distinta a la de siempre. Quizás era por el alcohol, pero su seriedad y la intensidad usuales habían desaparecido, y en sus ojos solo quedaba una sinceridad y una preocupación que no intentaba ocultar.
—¿Qué te pasa de verdad? —le preguntó.
Sofía, nerviosa, se tocó la mano.
—Nada, estoy bien.
Alejandro se le acercó más y, en sus ojos oscuros, se reflejó la mirada seria de Sofía.
—No quiero presionarte para que hables, pero quiero que sepas que, si algo te molesta, puedes decírmelo. Después de todo, ahora eres mi novia y me importa cómo te sientes.
Sofía sintió algo extraño.
Lo que decía Alejandro sonaba muy sincero.
Parecía que de verdad era su novia.
Luego continuó:
—Si como tu novio no puedo darme cuenta de si estás feliz o triste, ¿no sería un fracaso?
Sofía se sorprendió con la atención de Alejandro. Le había dicho a Carmen que, sin importar ciertas cosas, no estaría con él porque era demasiado distante, incapaz de abrirle su corazón a nadie. Si estuvieran juntos, él nunca la pondría a ella primero.
Después de su divorcio, Sofía decidió vivir para ella, sin dejar que nadie la volviera a lastimar. Por eso pensaba que no eran compatibles.
Pero ahora parecía que esas ideas se estaban cayendo a pedazos.
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