Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 338

Diego estaba tan preocupado por Valentina que no podía enojarse con Carmen por lo que pasó; de lo contrario, ella sería el blanco de toda su rabia.

Sofía tendría que asumir la responsabilidad, tendría que mentir.

Pero no era una mentira.

Si amas a alguien, es natural que no aceptes que se acerque mucho a otra mujer.

Por eso, todo lo que Sofía dijo fue de corazón.

Por fin lo confesó, aunque ya no importaba, pero decirlo fue mejor de lo que había imaginado.

Diego recibió una respuesta clara, la que quería escuchar, y se calmó.

Al mismo tiempo, el desprecio en la mirada de Sofía lo puso más nervioso que nunca.

Diego sintió un dolor en el pecho, apretó los dientes y dijo:

—¿Por qué no me lo dijiste en ese momento?

—¿De qué servía decírtelo? —respondió Sofía.

—¿Cómo que de qué servía? Si no dices nada, ¿cómo voy a saber lo que piensas? A lo mejor yo...

Sofía tenía una herida muy profunda, algo que nunca quiso mencionar, pero las preguntas constantes de Diego hicieron que soltara toda la rabia que tenía guardada. Dijo algo que los hirió a los dos, cada palabra era como una cuchillada:

—Diego, ¿te acuerdas de nuestro hijo, el que perdimos?

Un zumbido ensordecedor apareció en los oídos de Diego, y su cara se puso pálida de inmediato.

Sofía empezó a llorar sin control.

—¿Dónde estabas tú cuando perdimos a nuestro hijo?

Diego solo la miraba.

—Yo...

Diego abrió la boca, pero no sabía qué decir.

Sofía no le dio oportunidad, porque nada de lo que pudiera decir podría sanar su dolor.

—¡No puedes! ¡Nunca podrías! ¡Incluso ahora sigues haciendo lo que te da la gana! ¡Solo te importa lo que tú piensas y te da igual lo que me pase a mí! ¿Acaso pretendes que te crea? Ahora vienes a echarme en cara que no te lo dije, ¿y tú? ¿Alguna vez me preguntaste? ¡Eres un hipócrita!

Sofía tenía los ojos rojos de tanto llorar.

—Diego, ¿puedes dejar de buscarme? Por nuestro hijo, el que nunca nació, ¿puedes dejarme en paz? ¿Me lo puedes prometer?

Diego respondió por instinto:

—¡Imposible!