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Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 340

Diego sentía un dolor por dentro que lo desgarraba, tan fuerte y abrumador que casi no lo soportaba. Incluso se le puso la voz rasposa.

—Sofía, no me obligues...

—¿Que soy yo la que te está obligando? ¡Eres tú el que me ha estado presionando! ¡Te lo dije muchas veces! ¡Pero no me prestas atención!

Sofía forcejeaba, pero Diego era demasiado fuerte.

Ella apretó los dientes y de la nada lo tiró al suelo. Diego, que no se lo esperaba, cayó de golpe.

Aunque reaccionó rápido, se golpeó la cabeza contra el suelo y se sintió aturdido por un momento.

Sofía aprovechó para levantarse rápido, pero él, con reflejos rápidos, la agarró del hombro y la jaló hacia él.

Las lágrimas de Sofía caían sobre su cara.

—¡Diego, dime dónde está Carmen!

El calor de las lágrimas de Sofía lo hacía estremecer, como si algo inundara su corazón.

Diego apretó los dientes.

—Si me prometes que vas a volver conmigo, te lo digo.

—¡Ni en tus sueños! —Sofía lo miró con seriedad. Aprovechando que Diego no estaba prestando atención, agarró el cenicero de la mesita y se lo lanzó a la cabeza.

—... ¡Sofía!

Diego tuvo que esquivarlo y ella aprovechó para sacar el teléfono de su bolsillo y levantarse rápido.

Él, tocándose su frente ensangrentada, vio cómo Sofía se iba sin dudarlo.

Se fue con tanta determinación que Diego empezó a cuestionarse: ¿Acaso todo lo que hizo antes, su dolor, su desesperación, era puro teatro? ¿Era eso lo que ella quería que él viera?

Diego no tenía fuerzas para seguirla; solo miraba cómo se iba, y la tristeza lo invadió al verla alejarse de espaldas.

Hace unos días, Sofía se había ido igual.

Desde el divorcio, lo único que le había mostrado era su rechazo, uno tan convencido que Diego no se atrevía a ir tras ella. Sabía que, aunque lo hiciera, nada cambiaría; ella solo quería escapar.

Ahora, él por fin lo entendió: en ese momento, cuando la abrazó, le estaba mostrando su debilidad por primera vez en la vida. ¡Era la primera vez que se rendía ante alguien!

Desde niño, nunca había bajado la cabeza, pero ahora, al ver las lágrimas de Sofía, ¿cómo era posible que hubiera terminado cediendo?

Sofía se sorprendió, levantó la vista y vio a un hombre increíblemente atractivo.

Le tomó un par de segundos reconocerlo: era Alejandro.

Sofía no esperaba encontrárselo, porque él se había ido de viaje y volvía al día siguiente. ¿Qué hacía aquí?

¿Era una ilusión?

Antes de que pudiera decir algo, Alejandro extendió la mano y, con la palma tibia, le tocó la mejilla.

Ese calor...

Alejandro de verdad estaba frente a ella.

Sofía abrió los ojos; las lágrimas todavía le colgaban de la cara y tenía los ojos rojos.

En su mirada penetrante, pareció haber un destello perturbador.

Alejandro habló en voz baja, pero con un tono duro:

—Sofía, ¿qué te pasa?

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