Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 629

Alejandro fue el primero en perder el control.

—¿Por qué me miras así? —preguntó con voz baja.

Sofía alzó una mano y acarició alrededor de su ojo, delineando los ángulos perfectos de su cara.

—No sé si estoy equivocada —susurró—, pero siento que estás... un poco triste. No importa, igual quiero quedarme contigo. Lo del trabajo puede esperar hasta mañana.

"¿De verdad lo notó otra vez?" Esa vez él había escondido su malestar mejor que nunca. ¿Cómo podía saberlo? El corazón de Alejandro empezó a latir tan rápido que, por un instante, temió que se desplomara.

Lo que su madre nunca percibió, Sofía lo vio en cuestión de segundos. Ni siquiera cuando él apuñaló a Ignacio, Pandora entendió que la relación con su hermano era un infierno. Nunca lo vio o tal vez nunca quiso verlo.

Y, sin embargo, frente a la mujer que amaba, bastaba una mínima grieta para que ella descubriera todo. La ironía lo golpeó con fuerza.

Pandora no entendió nada; Sofía, en cambio, lo entendía con solo mirarlo.

—...Tú... tú eres mi sol —dijo sin pensar, casi en un murmullo que se le escapó del alma.

No quería que ella viera su cara. Tal vez no mostraba nada, pero tenía miedo de que algún gesto lo delatara. Su novia era demasiado inteligente. Se inclinó hacia ella y escondió la cara en su cuello, respirando su perfume; ese aroma que lo calmaba como nada en el mundo.

Alejandro nunca había sabido cómo compartir lo que sentía. No comprendía la empatía, no buscaba consuelo y veía las emociones (las lágrimas, la vulnerabilidad) como un veneno. Pensó que esa parte de él iba a morir con él algún día. Hasta que apareció Sofía.

Con ella entendió que su deseo de amar era mucho más fuerte de lo que imaginaba. Que la necesitaba, que temía perderla todo el tiempo y que su mente se llenaba de pensamientos absurdos solo por miedo a que se alejara.

Y entendió también que él, ese hombre que siempre se mostraba distante e inquebrantable, necesitaba que lo consolaran. A veces, una sola frase bastaba y se sentía tan bien.

Poco a poco, volvió a la calma, como si hubiera sobrevivido a un tsunami; uno que llegó sin ruido y se fue sin dejar rastro.

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