Él Eligió a Otra, Yo Elegí a Su Hermano romance Capítulo 82

Así que, pensándolo bien, ¿Diego quería divorciarse?

No, solo usaba el divorcio para asustarla, pues en acciones no hacía absolutamente nada. Siendo más cruel, él ni siquiera había pensado en el tema, al contrario, disfrutaba mucho usar el divorcio para torturarla, para manipular sus emociones y su atención.

En medio de esta constante tortura mental, Sofía fue bajando poco a poco sus límites, tolerándolo gradualmente hasta este punto. Después de despertar y mirar hacia atrás, su yo del pasado le resultaba muy extraño.

Al final de cuentas, no amar a una persona no tenía nada de malo; el daño era lo que estaba mal. El día anterior, en el restaurante Río y Cielo, Diego, porque no podía aceptar que Valentina hubiera sufrido, se vengó de Carmen usando acciones. Así, demostraba su amor a la mujer que quería y la protegía.

En ese momento, Sofía se preguntó qué se sentiría ver con sus ojos al hombre que había amado tratar tan bien a otra mujer. La respuesta en su corazón había sido que ya no sentía nada; ya no le importaba.

Pero, ya no podía empatizar con su yo del pasado. ¡Todavía tenía emociones que no podía digerir! Solo que esos sentimientos habían cambiado de la tristeza y del dolor, a la ira por ser lastimada; pues él no la amaba, sino que prefería a otra mujer.

Lo más ridículo era que esa rabia no tenía salida. Sofía podía tomar cada una de esas injusticias para confrontar a Diego, pero él tendría innumerables razones para evadirlo todo; incluso la inculparía de estar enferma o de si ya no iba a parar nunca...

Ella quería escucharlo decir una disculpa. ¡Pero nunca lo haría! Ella no había pensado que, a través de las provocaciones de Isabella, terminaría pensando tanto. Después de aclarar sus pensamientos, su mirada se posó en los ojos de Rodrigo.

Viendo su preocupación, decidió respetar la respuesta de su corazón y dijo:

—No estoy muy bien.

Después de decir eso, los ojos de Sofía se enrojecieron. Esos ojos, cuando no tenían emoción, llevaban una actitud naturalmente altiva, igual al temperamento del señor Montoya.

Desde que Rodrigo le preguntó cómo estaba hasta que Sofía respondió, habían pasado al menos diez segundos, lo que indicaba que esa era su respuesta después de reflexionar; no una cortesía evasiva.

—Sé lo que quieres decir, pero somos adultos, ¿la vida de quién no es un desastre? ¿Quién no tiene algunas preocupaciones? Isabella dice palabras desagradables, no es algo que mate a alguien; no es gran cosa. En un rato hay trabajo, así que necesito llenar mi estómago, levantar el ánimo y enfrentar bien lo que venga después.

Estas palabras no eran una sonrisa forzada, no eran para consolarse a sí misma; todo salía del corazón. Por eso, Rodrigo fue contagiado de la actitud noble de Sofía para manejar las cosas y por su fuerza interior.

Por la actitud de Sofía para manejar las cosas, ella no era una persona frágil; al contrario, era alguien que podía digerir muchas emociones negativas.

Cuando dijo "no estoy muy bien", entonces era algo que ni siquiera ella podía tolerar. El daño era muy profundo, pero Sofía no era para nada tan frágil como él creía. No necesitaba palabras para consolarla; al contrario, si dijera demasiado, se volvería una falta de respeto hacia ella; la estaría subestimando.

En ese momento, Rodrigo solo tenía dos pensamientos en la cabeza. El primero era que Sofía era una persona buena y quería convertirse en su amigo. El segundo era que sentía que era una lástima que Sofía se hubiera casado tan joven. Pero, en ese momento, la atmósfera de todo el salón cambió ligeramente.

Tanto Sofía como Rodrigo lo sintieron y miraron hacia la entrada. Diego y su grupo habían llegado.