Cuando Salomé llegó a la habitación se quedó sorprendida, el tamaño, la decoración, el lujo, todo era impresionante, la casa de Joaquín había estado llena de lujos, pero este era otro nivel, vio la cantidad de bolsas que había en la habitación con ropas, juguetes, cremas, perfumes, recién comprados.
Se sentó en la cama y corrió a revisarlas, parecía una chiquilla abriendo los regalos de Navidad, había de todo, vestidos, pantalones, conjuntos de shorts, mantas, blusas, juguetes, perfumes, cremas, no pudo contener las lágrimas, pero no quería aceptar, eso era demasiado.
Justo en ese momento, llegó Conrado con la niña y se quedó observándola, no pudo evitar sonreírse contento de que a ella le gustara lo que le habían traído, no sabía explicar las razones, pero verla así le produjo una gran emoción, la vio alzar la vista mientras gruesas lágrimas recorrían su rostro.
—No puedo aceptar esto —manifestó ella con voz entrecortada.
Conrado se quedó viéndola desconcertado y se sentó a un lado de ella.
—Si no te gusta algo podemos cambiarlo si quiere te acompaño —propuso, aunque no sabía por qué le dijo eso, porque la verdad es que poco le gustaba ir a centros comerciales.
Ella negó con la cabeza.
—¡Claro que me gusta! Todo es hermoso, pero es demasiado, no puedes estar gastando tu dinero en nosotras y… —antes de ella continuar hablando, Conrado le puso un dedo en los labios para evitar que lo hiciera.
—Si puedo gastarlo, yo me porté mal contigo, te insulté… y aunque no estoy acostumbrado a pedir disculpas, contigo debo hacerlo… te juzgué mal al creer que solo querías dinero a cambio de tu sangre.
Sus miradas se encontraron, y por unos segundos se quedaron en silencio, sumergido en la mirada del otro.
—Yo necesitaba dinero, para encontrar un lugar donde vivir —comenzó a decir con voz entrecortada—, no quería venderle la sangre a tu hija… lo hice o lo intenté hacer porque lo perdí todo, cuando quien era mi esposo en ese entonces le hizo una prueba de ADN a nuestra hija, y arrojó resultado negativo, según no era su hija biológica… yo no sé qué ocurrió… nunca estuve con nadie, no sé si fue su mamá o alguien más que manipuló las pruebas, pero a él no le tembló la mano, de echarnos a Fabiana y a mí, de noche, en plena lluvia, no me escuchó y ni siquiera me dejó hacer maletas.
—¿Las echó a la calle con lluvia? ¿Y a Fabiana? ¿Acaso no la quería? —interrogó Conrado sin poder creer que alguien tuviera tanta maldad para hacerle eso a un niño.
—Él siempre la quiso, pero ese día su amor se fue al caño y no le importó nada las consecuencias de lo que hacía —pronunció con tristeza.
—¿Por qué te dejó sin dinero? Legalmente, independientemente de la causa del divorcio, la sociedad conyugal se reparte en 50% para ambas partes, a menos que haya habido separación de bienes al casarse —explicó Conrado, dándose cuenta de que el exesposo de Salomé, prácticamente la había robado.
—Yo no quiero saber nada de eso, yo nací sin dinero y cuando muera tampoco me llevaré nada, solo quería tener un buen trabajo, ganar mi propio dinero para satisfacer las necesidades de mi hija, pero donde trabajaba también terminaron despidiéndome.
—¿Dónde trabajabas? —interrogó con curiosidad.
—En la Constructora Ranbaca, mi jefa me despidió cuando llegué tarde porque me atracaron, es una vieja cero empática.
—¿Quieres regresar a trabajar allí?
—¿Conoces a los dueños? ¿Puedes hacer eso por mí? —preguntó ilusionada.
—Digamos que el dueño, es mi amigo personal, no tenemos secretos entre nosotros, cuando quieras vamos y me muestras a tu jefa, aunque antes lo mejor es que te recuperes. Y ahora vayamos al jardín a dar un paseo con esta pequeña que ya se puso inquieta y debemos cansarla para ver si así se duerme, sus baterías son inagotables, te abrigas bien, te esperaré abajo—dijo levantando a Fabiana y haciéndole cosquillas en la barriga.
—Quería arreglar todas estas cosas —murmuró ella.
—No es necesario, le decimos a Cleo que te envíe a alguien a arreglarlo, vente.
La tomó de la mano y la llevó con él y Fabiana al jardín, se sentaron a hablar y ella comenzó a preguntarle sobre su hija.
—¿Qué tiene tu hija?
—Grecia tiene una anemia hemolítica, sus glóbulos rojos se destruyen muy rápido, por eso necesita donantes de sangres… yo no puedo dejar que mi hija muera, yo estoy obligado a salvarle la vida, ella es mi todo, por eso estaba estresado ese día, decenas de escenarios pasaban por mi mente, estaba desesperado, sé que no te merecías ese trato por mi parte… más bien gracias por darle tu sangre.
—¿Y va a necesitar más sangre? —preguntó y él asintió.
—Probablemente, si necesita más, yo puedo volver a darle —dijo Salomé.
—No, por ahora, está reciente tu donación, debes esperar cincuenta y seis días para hacerlo, porque de lo contrario puede afectar tu salud —respondió y ella se quedó mirándolo.
—Yo soy fuerte y si tu hija necesita más sangre, yo se la puedo dar, estoy agradecida porque lo que has hecho por mí y Fabiana.
Conrado sintió remordimiento al escucharla, porque aunque eso es lo que andaba buscando que ella en agradecimiento no dudara en donar sangre para su hija, se dio cuenta de que ella era una buena persona y no merecía ser manipulada de esa manera.
—Salomé, te agradezco mucho tu ofrecimiento, pero no quiero que lo hagas por agradecimiento o por obligación, eso no es justo para ti. Si decides donar sangre para mi hija hazlo, pero que sea porque lo sientes en tu corazón y porque quieres hacerlo, no por nada más y solo cuando esté bien.
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