Joaquín asintió, comprendiendo la preocupación de Conrado.
—Lo entiendo y no haré nada que ponga en riesgo a su hija. Solo quiero verla por un momento, claro, siempre y cuando me lo permita.
Conrado lo observó detenidamente, buscando algún indicio de mala intención en su mirada, pero solo encontró tristeza y arrepentimiento en los ojos de Joaquín.
Decidió darle el beneficio de la duda y accedió a su petición.
—Está bien, pero solo unos minutos. Sígueme.
Ambos hombres caminaron en silencio por los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación donde Grecia se encontraba recibiendo la transfusión.
Al entrar, Joaquín se quedó viendo a la niña fijamente, se veía frágil y delicada. Tenía los ojos cerrados y parecía estar durmiendo, pero su piel estaba pálida y sus labios eran de un azul claro.
El hombre había pedido entrar, fue porque creyó que podía ser Fabiana, porque su llanto le había parecido el suyo a través de la llamada que recibió Conrado, ahora viendo a la niña tan indefensa, pensó en la otra pequeña que había echado con su esposa y se sintió profundamente avergonzado.
—Espero que su hija, se mejore, ojalá mi aporte, le sirva —dijo Joaquín.
No pudo controlar esa sensación de que la niña le resultaba familiar… se le parecía a Salomé, ¿Será posible que esa niña fuera la suya con ella?, se preguntó, por esa sospecha, no pudo evitar preguntar.
—¿Su esposa? ¿Dónde está? —interrogó y el cuerpo de Conrado se tensó.
—¿Por qué me pregunta por mi esposa? No entiendo ¿Cuál es su interés? —interrogó.
—Disculpe, no quise ofenderlo… más bien es una pregunta de cortesía. Señor Conrado, acepto ser donante de su hija… pero necesito un favor suyo —pidió Joaquín sin dejar de observarlo.
Cuando lo vio que iba a donar, supo que le iba a pedir algo a cambio, nunca había tenido oportunidad de que alguien hiciera algo por él sin pedir nada a cambio.
—Dígame ¿Qué quiere? —preguntó con seriedad.
—Verá, mi empresa está en un momento de crisis y necesito nuevos proyectos, y solo usted puede darme un contrato para recuperar la liquidez de mi empresa ¿Qué dice?
Conrado asintió, pero no había ninguna expresión en su rostro, aunque le agradecía al hombre por haberle donado a su hija, no le gustaba deberle nada a nadie.
—Daré la orden para que se lo den —respondió, sin poder evitar que había algo en él que lo repelía, no era alguien a quien haría amigo suyo.
Por un momento, ambos hombres observaron cómo la sangre entraba lentamente por el tubo conectado al bracito de la niña.
—Será mejor que nos retiremos, no es bueno para ella recibir visitas prolongadas, con la excepción de las de su madre y mías, por supuesto.
—Entiendo perfectamente… me imagino la preocupación de su esposa por esta situación en la que viven —intentó de nuevo obtener información de la mujer, pero de nuevo Conrado no fue muy comunicativo.
—Si mucho, por eso la envié a la casa, ella no ha estado muy bien de salud últimamente, pero cuando nuestra hija esté bien, estoy seguro de que estará más tranquila —declaró
—Cuide a su esposa… yo cometí un error con la mía… ella se fue de casa con nuestra hija, por un malentendido —mintió, esperando ver su reacción y porque por nada del mundo iba a dejar ver que se había portado como un desalmado miserable—, y la estoy buscando, pero ella ha estado huyendo de mí, pero igual eso no ha impedido que me detenga un solo momento de tratar de encontrarla.
—Debe ser difícil su situación, espero que tenga suerte encontrando a su esposa —dijo Conrado con cortesía.
No podía negar que tenía curiosidad en su historia, pese a ello no iba a preguntarle, tenía sus propios métodos para averiguarlo, quizás estaba paranoico, pero por un momento pensó, que si no se trataría del exesposo de Salomé, sin embargo, no siguió pensando en ellos.
—Señor Román, de verdad que estoy agradecido por su ayuda, cuente con la paga.
Joaquín se marchó y Conrado marcó en su celular a Melquíades.
—Necesito que investigues todo lo relacionado con las empresas Romanós, su propietario, su esposa, hijos, todos y una vez que tengas la información envíala a mi correo.
“Si señor, ya pongo a gente trabajar en ello”.
Se despidió y se sentó a un lado de la cama, quedándose dormido, y no se despertó hasta unas cuatro horas después, cuando sintió unos manitos en el rostro y unos besos babosos en su mejilla, al abrir los ojos era su pequeña Grecia.
—Mi cachorrita, ¿Te despertaste? —fijo su atención en ella y una súbita alegría se instaló en su corazón.
—Papi, te amo —dijo la pequeña con esa vocecita infantil que cautivaba cada día más su corazón.
—Y yo te amo más a ti mi pirujita —la cargó en sus brazos, porque ya la vía había sido retirada de su brazo.
Vio entrar al doctor, que veía caminando con una sonrisa.
—Vea lo rosada y alegre que luce nuestra niña —dijo el médico emocionado.
—Se ve maravillosa —respondió Conrado sin contener su felicidad.
—La señora Hill ha estado llamando muy preocupada, debería enviar a buscarla porque creo que esa angustia no le hace bien a su estado de salud, aunque cuando oiga las nuevas buenas estará muy feliz. Grecia recibió hoy una transfusión, y su salud comenzó a mejorar gradualmente, vamos a practicarle mañana una nueva prueba, probablemente le hagamos otra transfusión, pero todo va saliendo mucho mejor.
Conrado asintió mientras seguía aferrado a su hija. La alegría de verla saludable y recuperándose, después de haber sufrido tanto, era indescriptible.
—Gracias, doctor por todo lo que usted y su equipo han hecho por mi hija, jamás podré agradecerle su cuidado y dedicación y no se preocupe, yo voy a enviar a buscar a Salomé, porque es capaz de aparecerse por aquí.
Pero todavía no había terminado de hablar cuando apareció Salomé.
—Ya no tienes que enviar por mí, le dije a Loras que me trajera y está muy nervioso, crees que terminarás echándolo… dejé a Fabi con Cleo, pero di instrucciones que me la trajeran más tarde, es que me da miedo que duré tanto tiempo en el hospital —pronunció con una sonrisa.
Pero su cara de felicidad se completó, cuando la pequeña Grecia la vio y se lanzó en sus brazos llamándola.
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