Dino seguía supervisando los preparativos del evento, asegurándose de que todo estuviera listo para el gran día. Pero algo en su interior lo hacía sentir incómodo, como si hubiera algo que se les estaba escapando de las manos.
Mientras trabajaba, no podía dejar de observar a Julia, la mujer se veía cansada y con una expresión de tristeza en sus ojos, vio cuando tomó su celular, marcó un número, se levantó, caminó hacia un pasillo, él la siguió y a los segundos empezó a discutir.
—¡No puedes hacer eso, Armando! ¡¡Patricia es mi hija y no puedes apartarla de mí!! Yo tengo todo el derecho del mundo a verla, a compartir con ella, ¡No puedes negarme a mi hija!
Por un momento se hizo un silencio como si ella estuviera oyendo las palabras del tal Armando al otro lado de la línea
—¡Eres un desgraciado! —terminó gritando y convertida en un mar de lágrimas.
Al parecer el hombre le cortó la llamada, porque segundos después ella se dejó caer recostándose de la pared, con las manos en la cabeza.
Dino buscó un vaso de agua y se acercó a ella, quien había creído que estaba sola y cuando lo vio se sorprendió.
—¡Lo siento señor Soler! No quería perder la compostura —pronunció Julia nerviosa, incorporándose.
—No te preocupes Julia, tómate este vaso de agua, y tranquilízate. Si quieres hablar con alguien te escucho —la guio hasta una pequeña sala y allí la hizo tomar el vaso de agua.
Ella lo hizo en silencio, sorbo por sorbo, tratando de contener las inmensas ganas de llorar.
—Muchas gracias.
—¿Te sientes mejor? —ella asintió.
—Si muchas gracias, es que Armando se quedó con mi hija, no quiere que la vea… —sollozó—dice que si no vuelvo con él no la veré más y que yo no podré hacer nada porque no tengo recursos. Y yo no puedo vivir con él, me cansé de sus constantes peleas, intromisiones, me hace sentir miserable, que nada me queda bien, que estoy gorda, que no use ropa ajustada, él apuñalaba y aún sigue haciéndolo mi autoestima, y no puedo seguir así, ¡Es un infierno! —exclamó ella rompiéndose de nuevo en sollozos.
—Él no tiene razón, quizás es un hombre acomplejado, no le prestes atención, solo quiere desestabilizarte, y no vas a perder a tu hija, la fundación te ayudará, la legislación te ampara porque eres la madre.
—Pero él me sacó del apartamento para hacer creer que estaba abandonando a mi hija… no sé qué hacer, estoy desesperada —pronunció sin dejar de sollozar.
—Mira, los abogados de la Fundación son los mejores, no te preocupes, ya verás cómo pronto tu pequeña estará contigo, ahora no llores más, piensa en positivo y atraerás cosas buenas.
Julia miró a Dino agradecida, sorprendida de que un hombre como él fuera tan compasivo y comprensivo, sobre todo con ella que era una extraña. Él sacó un pañuelo y se lo dio para que se secara las lágrimas, respiró profundamente antes de hablar.
—Gracias por escucharme, señor Soler. No sé cómo agradecerle, por consolarme en este difícil momento... — hizo una pausa y agregó—, o me llevo su pañuelo y se lo lavo para entregárselo limpio, se lo llené de labial, seguramente si se lo entrego así su esposa va a pensar mal.
—No tengo esposa, ni novia, soy soltero con mi jefe, no tengo mucho tiempo de dedicarle a una relación y Julia no tienes por qué agradecerme, todos tenemos problemas, y yo solo quiero ayudarte en lo que sea que necesites, nunca lo dudes.
Julia asintió, sintiéndose un poco más tranquila gracias a las palabras de Dino. Cuando se iba a levantar del mueble, él la sostuvo por la mano y ambos sintieron como un corrientazo que entró ante el contacto, y Dino quitó la mano rápidamente con temor, porque era la primera vez que sentía eso rozando a una mujer.
—Creo que se trata de la electricidad estática —trató de justificar Dino lo que estaba ocurriendo y ella asintió—, Julia, quería hacerte una pregunta y por favor, no me llames de usted, dime Dino.
—Está bien Dino —dijo ella con una sonrisa.
—¿Puedes ir al evento cómo mi acompañante? —interrogó y Julia abrió los ojos sorprendidos.
—¡¡¿Yo?!! —exclamó sorprendida.
—Claro, si no es molestia, es solo que la señora Salomé quiere que cada quien vaya acompañado y yo no tenía con quién ir —señaló con voz temblorosa.
Julia, aunque se sorprendió, le pareció buena idea decir que sí, no solo porque le gustaba la idea de asistir al evento como acompañante de Dino, sino también porque quería dejar atrás sus problemas por un rato y distraerse un poco de todo lo que estaba sucediendo en su vida y quizás esa sería la mejor forma, sin pensarlo más, le respondió.
—Me encantaría acompañarte, Dino —respondió finalmente, con una sonrisa.
—Genial, entonces te pasaré a buscar mañana a las siete de la noche por la fundación, ¿te parece bien?
—Perfecto, estaré lista —dijo Julia, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza.
Dino le dedicó una sonrisa de agradecimiento y se retiró corriendo, mientras tanto, Julia se quedó en la pequeña sala, sintiendo que algo había cambiado en ella desde que había conocido a ese hombre.
Conrado vio a Dino saliendo del pequeño salón haciendo un baile emocionado y con una sonrisa, era la primera vez que veía a Dino así, siempre había sido tan serio que resultaba extraño verlo de esa manera, no pudo evitar sonreírse, al mismo tiempo que el gusanillo de la curiosidad, se despertó en él.
—Sabía que estabas extraño, ¿qué te tiene tan eufórico? —dijo para sí mismo Conrado, dispuesto a investigar lo que estaba ocurriendo con su asistente.
Cuando iba a empezar a caminar hacia el salón, Salomé llegó por detrás y lo abrazó por la cintura.
—¿A quién espía, señor Abad? —interrogó.
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