EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 72

Nadie se esperaba lo que acababa de ocurrir, para todos estaba claro que Graymond había obtenido lo que quería. Los demás postores se retiraron sin decir una palabra, mientras Conrado salió del salón con el rostro nublado por la furia.

Salomé respiró profundo, subió al escenario y dio por terminada la subasta.

—Les agradezco a todos por su apoyo, por su generosidad, por contribuir para que la Fundación Hill, pueda expandirse y seguir ayudando a esas miles de mujeres que lo necesitan, de verdad que ustedes son parte importante de este logro, también quiero agradecer a todos quienes nos ayudaron a hacer posible este evento y a organizarlo en menos de cuatro días, a los trabajadores de las empresas Abad, de la Fundación, y sobre todo al apoyo de mi esposo, que me impulsa a dar cada paso, la existencia de la fundación se la debemos a él.

Mientras Salomé hablaba, Conrado estaba fuera de las instalaciones fumando un cigarrillo, tratando de calmar su ira, aunque escuchaba perfectamente sus palabras, sin embargo, eso no era suficiente para aplacar su molestia.

—Ella que no crea que con su discurso me va a convencer… seguro quería comer con el desgraciado de Graymond… pero no pienso perdonarla tan fácil… va a tener que arrastrarse ante mí.

Su conciencia se burló de él “No es necesario que se arrastre, seguro que con solo una buena arrodillada, tú sabes…”

—¡Cállate, no seas impertinente! —exclamó peleando consigo mismo.

Así lo encontró Amador.

—Ya veo que estás llegando al desquicie, peleando contigo mismo. Lo siento, intenté ofertar por ti, hasta tres millones para cobrarte seis, pero cuando el hombre ese dijo veinte, me quedé sorprendido, y cuando reaccioné ya habían golpeado el martillo adjudicándosela. Y te diré algo… yo tú no la dejo ir sola a esa cena, ese hombre se ve que es un peligro —dijo con un gesto de molestia.

—¿Y qué pretendes? ¿Qué me disfrace de florero y me ponga a un lado de la mesa, mientras ellos comen? —espetó con sarcasmo.

Y Amador soltó la carcajada.

—Bueno, no es mala idea, deberías disfrazarte de mesonero, y echarle un laxante al tal Graymond, para que aprenda a no meterse con lo ajeno —pronunció Amador con una expresión maliciosa—, si estás interesado dime y podemos darle un susto.

—¿Qué acaso eres una especie de matón? —inquirió Conrado levantando la ceja en un gesto de curiosidad.

—No, pero tengo influencia en el bajo mundo… tengo un primo tío, que si le decimos que alguien nos está estorbando lo aparta de nuestro camino —dijo con seguridad.

—No te preocupes, si decido acabar con el maldit0 de Graymond, no necesitaré de otras manos más que las mías.

En ese momento justo salió el hombre y se quedó viendo el rostro de Conrado con burla, eso encendió más su ira, al punto que terminó acercándose a él, lo tomó por el cuello, y lo golpeó.

Los dos hombres empezaron a pelear, para alivio de todos se habían ido la mayoría de los invitados y solo quedaban los más cercanos, al final eso se convirtió en un ring de boxeo, porque los rodearon, y aunque los guardaespaldas querían meterse Graymond le hizo un gesto para que se abstuvieran.

El que más aupaba a Conrado era Amador.

—¡Dale duro Conrado! ¡Para que respete! ¡Rómpele el hocico!

—¡Dele jefe! Que vaya a pujar por la mujer de otro, no por la suya —gritaba Dino eufórico, y es que al final habían tomado unos tragos que los había achispados y alegrado un poco, por eso no tenían límites.

Cuando las mujeres salieron, vieron la escena sin dejar de sorprenderse, Salomé no podía creer que Conrado estuviera dando un espectáculo semejante cuál adolescente hormonal.

—¡Qué diablos está pasando aquí! —exclamó sin ocultar su indignación.

Al escuchar sus palabras, los hombres que estaban aupando se apartaron temerosos, y hasta Graymond y Conrado se veían nerviosos.

—De verdad que los veo y no lo puedo creer ¿Se están dando cuenta de lo que están haciendo? —preguntó furiosa —, se están comportando como unos salvajes pandilleros.

—Él empezó mirándome de manera retadora, ¡Eso es lo que logras tú aceptando cenar con otros hombres! —gritó Conrado recriminándola.

Entretanto, Graymond lo veía molesto, porque no sabía las razones, pero no le agradaba que Conrado le estuviera gritando a la chica.

—¡No le grites! —espetó el hombre.

—¡No te metas! —respondió Conrado en el mismo tono.

—¡Cállense los dos! — explotó ella —. Fuiste tú que me dijiste que participara con una cena, si no estabas dispuesto a asumir las consecuencias, entonces, te hubieses mordido la lengua y no me habrías propuesto participar.

—¡Porque yo iba a pujar por ti! Pero hiciste que me descalificaran, seguramente porque en el fondo quería que ganara este aprovechado, porque de no haber sido así, te habrías negado.

—No lo podía hacer, él ganó en buena lid, y pienso que este no es el lugar ni el momento para discutir nuestros asuntos personales —recriminó ella.

—No creo que este ni ninguno sea el lugar, no quiero hablar contigo —declaró Conrado alejándose y haciéndole una seña a Dino para que lo llevara —, llévame y tú Melquiades, llevas a la señora a la casa, claro si es que ella quiere —dijo en tono sardónico.

Mientras él se alejaba marchándose, Salomé lo observaba con mezcla de tristeza y enojo. Sabía que la situación se había descontrolado por completo y que las palabras hirientes y las acciones impulsivas no hacían más que empeorar las cosas.

—Conrado, espera —dijo Salomé en voz baja, pero él ya se había alejado demasiado.

Graymond se acercó a Salomé con una mirada de preocupación.

—¿Estás bien? ¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó, intentando ser amable.

Sin embargo, Salomé lo miró con incredulidad y molestia.

—No, gracias. Ya he tenido suficiente de tu presencia y de los problemas que me generas. Esta noche ha sido un desastre y tú eres parte de ello, si no hubieses pujado por mí nada de esto habría pasado, así que deja de tratar de interferir en mi vida —murmuró indignada.

—Si hubieses aceptado comer conmigo, nada de esto habría ocurrido.

Salomé se dio la vuelta, sin responder, le hizo un gesto a Melquiades y subió al auto con él, hicieron el recorrido en completo silencio, no podía evitar sentir una mezcla de emociones, desde la tristeza por la discusión con Conrado hasta la ira por la intervención de Graymond en su vida.

Capítulo 72. Problemas matrimoniales. 1

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