EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 93

Julia se incorporó y se sentó de pronto en la cama con preocupación, cuando escuchó la voz de su Adriana llamándola.

—Mamá, ¿Qué te hiciste? —interrogó la niña al otro lado de la puerta.

Julia se levantó de la cama, recogió la ropa con premura y se la dio a Dino haciendo seña para que se metiera en el baño y su hija no la viera.

Mientras él desapareció en el baño, ella comenzó a vestirse con rapidez.

Dino hizo lo mismo, los dos se veían muy nerviosos. Ella salió y detuvo a su hija que estuvo a punto de abrir la puerta de la habitación.

—Mamá ¿Qué hacías? ¿Por qué te tardaste? Te estaba llamando y no me respondías.

—No te escuché, estaba indicándole a Dino el baño de mi habitación —justificó, deseando que su hija no preguntara más, pero ella era muy curiosa y no creía que se quedara callada.

—¿Y por qué le estabas mostrando el baño de tu habitación, si está desocupado el de visitantes? —interrogó la niña con una expresión de curiosidad.

Julia sintió un sudor frío recorrer su espalda mientras buscaba una respuesta adecuada. No podía decirle a su hija la verdad, no ahora, tratando de ocultar su nerviosismo le explicó.

—Porque el otro baño no está funcionando, tiene unas tuberías dañadas —le respondió con rapidez, mientras le acariciaba el cabello a la niña.

Adriana asintió con una sonrisa inocente y se alejó hacia su habitación. Julia suspiró aliviada y se volvió hacia la habitación, Dino estaba saliendo del baño con una expresión de preocupación en su rostro.

—No puedo creer que casi nos descubren —murmuró ella mientras se acercaba a Dino y le tomaba de la mano. —Tenemos que ser más cuidadosos la próxima vez

Dino asintió con seriedad.

—Tienes razón —dijo—. No podemos arriesgarnos a que nos descubran. Pero debemos hacer algo, no podemos seguir escondiéndonos para siempre.

Julia se mordió el labio inferior, pensativa.

—Sí, debemos ver, dame unos días para contarle —confesó—. Prometo encontrar una solución pronto.

Dino la miró a los ojos y le acarició la mejilla con ternura.

—Lo sé, mi amor. Pero no te preocupes, encontraremos una forma de estar juntos.

Julia le sonrió con gratitud y lo besó con pasión. Sabía que no iba a ser fácil, pero con Dino a su lado, todo saldrá bien.

Después de eso, Dino terminó invitándolas a salir para cenar.

—Vayamos a comer, ¿Le puedes decir a Adriana para ver si acepta? —interrogó.

—Voy, ruega que diga que sí —pronunció ella y salió corriendo a la habitación de Adriana.

Tocó la puerta y enseguida la voz de la niña se escuchó al otro lado.

—Pase —cuando vio a su madre sonrió con alegría—, ¿Viniste a acompañarme?

—No, vine para que saliéramos a comer, Dino nos ha invitado.

La niña se quedó pensativa

—¿A mí también me invitó? —preguntó Adriana.

—Sí, nos invitó a las dos.

Adriana dudó por un momento, pero finalmente aceptó con entusiasmo. Julia sonrió al ver la emoción en los ojos de su hija y salieron a la sala a encontrarse con Dino.

La cena fue agradable, Dino no perdió oportunidad en fijar toda su atención en la más pequeña, contándole anécdotas que hicieron reír a la niña. Él se esforzó por ganarse su confianza y Julia no pudo evitar sentirse feliz al ver lo bien que se llevaban.

A partir de ese día, la relación entre Dino y Adriana mejoró. El hombre se convirtió en alguien cercano para la niña.

Dino, por su parte, estaba encantado de tener a Adriana en su vida, era como si hubiera encontrado a una hija que nunca tuvo.

La relación entre Julia y Dino también avanzó, no perdían oportunidad de estar juntos, siempre él iba al apartamento de ella y pasaban las noches juntos, a escondidas de Adriana.

Un día, después de hacer el amor, Dino tomó el rostro de Julia y la miró con seriedad.

—No quiero seguir escondiéndonos, Julia. Quiero estar contigo sin miedo, todas las noches, dormir y amanecer contigo, sin temor a ser encontrados, o andando en puntillas para que Adriana no se dé cuenta. Quiero que nos casemos —propuso con firmeza y la mujer abrió los ojos de par en par sorprendida, porque aunque ella quería hacer una vida con él, jamás imaginó que él quería hacerlo tan pronto.

Julia suspiró, sabiendo que era un deseo comprensible, pero también un riesgo muy grande.

—Lo sé, Dino. Yo también quiero eso, pero debemos esperar un poco, ya has avanzado mucho con ella, no quiero dar ese paso hasta estar seguros —pronunció con preocupación.

—Lo sé, sin embargo, no quiero seguir engañándola, ni seguir viviendo una mentira. Quiero que ella sepa que te amo, y que quiero ser parte de ustedes, forma una familia.

Julia lo miró a los ojos, viendo la determinación en su mirada.

—Está bien, mañana la invitamos a almorzar y le contamos todos —accedió ella, dándose cuenta de que quizás eso sería lo mejor para todos.

Capítulo 93. Una petición para toda la vida. 1

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