El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 210

—Todo es culpa mía —Miguel se sintió en extremo arrepentido—. Tu padre seguiría vivo y sano si no me hubiera ido de Ciudad H y hubiera aislado a todo el mundo de esa manera.

—No tiene nada que ver contigo —respondió Adriana, respirando profundo—. Supongo que es el destino.

—Antes no decías esas cosas —Le dolía el corazón mientras miraba a la mujer que una vez amó. —Deben haber sido duros estos años.

—Bueno, no ha sido tan malo. Es sólo que... —Ella reprimió sus ganas de decirle la verdad y se apresuró a cambiar de tema—. ¿Has vuelto para ver a Helena y al señor Bonilla, Miguel?

—He vuelto por ti —respondió el hombre, clavando su mirada en sus los ojos—. Después de escuchar por lo que has pasado, he decidido volver para ver si puedo ayudarte de alguna manera.

—No seas tan amable conmigo —no pudo evitar responder ahogada—. Sólo me sentiría culpable si me tratas tan bien.

Ella se volvió para mirar las manos de él sobre el volante. El hombre llevaba un guante en la mano izquierda para ocultar el hecho de que no tenía el dedo anular.

Se suponía que en ese dedo llevaría un anillo de boda algún día, pero lo había perdido por culpa de ella.

—¡Tonta! —Ver cómo Adriana estaba a punto de llorar hizo que el corazón de Miguel se desgarrara, y se apresuró a estrecharla entre sus brazos—. Estoy más que dispuesto a tratarte bien. Me hace feliz. ¿No puedes dejarme ser feliz por un rato?

La mujer no dijo nada, se limitó a fruncir los labios y a moquear dentro de su abrazo.

Era optimista y alegre por naturaleza. Cuando le surgían problemas, siempre hacía lo posible por resolverlos en lugar de llorar o sentirse miserable.

Aun así, también había días en los que se derrumbaba y se sentía agotada por todo el estrés que sufría.

Adriana nunca mostraba esos sentimientos delante de la señora Fresno y de los niños, pero ahora que estaba en un cálido abrazo y tenía un hombro firme en el que apoyarse, de repente tenía ganas de ceder.