«Ella hizo que Dante me golpeara. Por su culpa, me destituyeron de mi glorioso trabajo como Director del departamento de recursos humanos y me relegaron a ser un simple guardia de seguridad en la entrada». Cada vez que sus colegas lo veían, lo miraban con un poco de pena. Sus amigos y subordinados que solían estar cerca de él lo evitaban como la peste. Mientras que sus rivales aprovechaban la ocasión para pisotear su dignidad. Para él, todo era culpa de Adriana.
—Está delicioso. —Adriana terminó el último bocadillo de carne y se lamió para saborear hasta el último bocado—. No me extraña que el Diablo les pida comida. En verdad tiene buen gusto.
—¡Shh! —David se apresuró a recordarle—: La última vez que desapareciste durante tres días, el departamento de recursos humanos quiso despedirte. Fue el Señor Licano quien los detuvo. No solo estás siendo desagradecida, sino que incluso lo insultas. Eso no está bien.
—¿Eh? —Adriana se sorprendió—. ¿Has dicho que el Diablo… quiero decir que el Señor Licano salvó mi trabajo?
—Así es. —David le explicó con seriedad lo que había sucedido aquel día—: Después de que te fuiste, el Señor Collado te llamó, pero no contestaste. Al día siguiente, no tuvo más remedio que informar a recursos humanos. Ellos decidieron que tenían que despedirte por abandonar tu puesto sin permiso. —David continuó—: Cuando el Señor Collado me pidió que consiguiera un formulario del caso en recursos humanos, me encontré allí con el Señor Fabián, el Asistente del Presidente. Él dio instrucciones al responsable de recursos humanos para que mantuviera tu puesto y lo clasificara como si estuvieras de baja.
—Mmm…
Adriana se quedó muy sorprendida al escuchar que fue el Diablo quien salvó su puesto de trabajo.
—La próxima vez, no lo insultes. Si no, podría despedirte de verdad cuando se enoje. ¿Buscaste trabajo en otro lugar? He trabajado en varias empresas diferentes y me he dado cuenta de que el Corporativo Divinus ofrece el mejor sueldo y los mejores beneficios. Además, también hay crecimiento en la carrera… —David siguió divagando con cara seria. Sin embargo, Adriana solo tenía una pregunta en la cabeza. «¿Por qué me ayudó el Diablo? ¿Pretende mantenerme como un juguete? ¿Para seguir atormentándome? Tiene que ser eso… en verdad está loco. Pero está bien, ya que tengo su atención, significa que todavía soy de alguna utilidad para él». Justo cuando estaba reflexionando sobre ello, la alarma de un auto sonó a lo lejos. Adriana se llevó un susto, pero David estaba mucho más tranquilo—. Tal vez, uno de los jefes rozó otro auto mientras se estacionaba provocando la alarma. Voy a ver.
—Espera, vamos juntos.
Adriana recogió de forma rápida las sobras.
—Tómate tu tiempo para limpiar mientras yo me adelanto.
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