Cuando Adriana sintió la hostilidad, se puso muy ansiosa. Después de que Héctor soltó a Adriana, se hizo a un lado y mantuvo la distancia, como si quisiera evitar cualquier chisme.
—Señor Ferrera, ¿está usted bien?
Dante se acercó sin preocupación. Detrás de él, Fabián dio instrucciones a los guardaespaldas para que investigaran lo ocurrido.
—Estoy bien, es solo un rasguño.
A pesar de sudar mucho, Héctor mantuvo la compostura con una leve sonrisa.
—Me impresiona que haya rescatado a una damisela en apuros. —Dante sonrió—. Aunque no es una gran belleza, tengo que darle las gracias en su nombre como su jefe.
Adriana alzó las cejas al sentirse extraña al escuchar lo que dijo Dante.
—Por favor, no diga eso. No es nada en absoluto. —Héctor miró a Adriana antes de decirle a Dante—: Lo estaba buscando. ¿Está…?
—Tengo algo que hacer, así que voy a salir. —Dante se mostró educado pero distante—. Siento haberlo hecho perder el tiempo.
—Mmm… —Héctor se congeló un instante antes de responder con una sonrisa—. No se preocupe. Volveré a venir cuando esté libre…
—Mmm —gruñó Dante en señal de reconocimiento antes de entrar en su auto.
Héctor se quedó quieto, sintiéndose muy incómodo. Omar preguntó en voz baja:
—¿No tenía una cita con él?
—Ignóralo, siempre se comporta así.
Cuando Adriana vio cómo trataban a Héctor, se sintió mal por él.
—Vamos al hospital…
—¡Señor Ferrera! —En ese momento, Fabián se acercó y explicó de forma amable—: El Señor Licano tiene un asunto urgente que atender hoy. ¿Podemos concertar una cita para otro día?
—Claro, se lo haré saber. —Héctor asintió con una sonrisa.
—¿Está usted herido? Haré que alguien lo lleve al hospital.
Fabián hizo un gesto para que vinieran los guardaespaldas.
—Estoy bien. Me las arreglaré yo mismo. —Héctor respondió de forma amable—. Debería irse. El Señor Licano debe estar esperándolo.
—En ese caso…
Adriana ayudó a Héctor a subir al auto. Cuando el Rolls-Royce Phantom pasó junto a ellos, Héctor levantó la vista y vio a Dante dirigiendo a Adriana una fría mirada.
—Sí, Señor. —Mientras conducía el Bentley blanco fuera del estacionamiento, Omar no pudo evitar recordar los viejos tiempos con Adriana—. Señorita Ventura, ha pasado mucho tiempo. ¿Todavía se acuerda de mí?
—¿Cómo voy a olvidarme? —Adriana se rio y comentó—: Cuando Héctor y yo éramos novios, siempre estabas detrás de nosotros. Siempre te regañaba por ser el chaperón.
—Ja, ja, ja… —Omar se rio con ganas.
—Pensé que lo habías olvidado. —La voz de Héctor era tan suave como en el pasado.
Miró con nostalgia a Adriana. Adriana se sorprendió y bajó la cabeza.
—Pero eso ya es cosa del pasado.
El ambiente empezó a ser incómodo. Aclarándose la garganta, Omar se concentró en conducir y no se atrevió a decir otra palabra.
—¿El Señor Licano y tú se conocen?
Héctor era un hombre inteligente. Solo con observarlos, supo que Dante estaba de alguna manera interesado en Adriana.
—Es mi jefe. ¿Por qué no iba a conocerlo?
Parecía que ella no pensaba lo mismo.
—¿Estás aquí para hablar de negocios con él? Con la situación actual del Grupo Ferrera, no necesitas depender de él, ¿verdad? Aunque se trate de un negocio, debería tratarte con respeto. No tienes que aguantar su actitud.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El increíble papá de los trillizos