El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 46

—Parece que no conoces lo suficiente al Señor Licano. —Héctor la miró con atención—. ¿Solo tienes una relación profesional con él?

—¿Qué más podría tener? —Adriana frunció el ceño.

Héctor guardó silencio un momento antes de decir con una voz grave:

—Es un hombre peligroso. Deberías mantener tu distancia con él.

—¿Cómo podría un hombre como él acercarse a una pequeña mosca como yo? —Adriana lo desestimó—. Estás pensando demasiado en esto.

—Me alegra oír eso. —Héctor suspiró un poco aliviado—. ¿No te dije que no debías trabajar más? ¿Por qué eres ahora un guardia de seguridad?

—No intervengas en esto —advirtió Adriana—. Si no fuera porque me salvaste, no habría salido contigo sola.

—Está bien. No seguiré hablando de eso entonces. —Héctor cambió de tema—. Mi hijo no ha ido a la escuela en estos días. Ha estado de mal humor por el traslado. Es joven, pero tiene mal genio. No puedo creer que proteste haciendo una huelga de hambre.

—¿Eh? —Adriana se sorprendió de sus palabras—. Será mejor que te ocupes de él.

—Bueno, lo dejaré. Ya comerá cuando no aguante más el hambre —suspiró Héctor—. He estado ocupado con el trabajo en los últimos años, y no tengo mucho tiempo para hacerle compañía. Ha sido mimado por el resto de la familia, y por eso ahora es un niño tan caprichoso. Esta vez tengo que darle una lección.

—Tómatelo con calma. No puedes cambiarlo en un día. —Adriana se sintió mal por el niño—. No lo apresures con el traslado, y sé suave en tu enfoque. Si en verdad no puede soportarlo, está bien que no se cambie de escuela. Sin embargo…

—Ha dicho que está bien con todo menos con el traslado —comentó Héctor—. Sé lo que le preocupa y he hablado con Selene. Le he dicho que no vaya al colegio a partir de ahora, así que ya no tendrás ningún problema.

—De acuerdo. No tengo problemas, entonces. —Adriana no quería tener ningún conflicto con Selene; los demás no le preocupaban. Después de todo, no era más que un niño de tres años. «¿Qué tan malo puede ser?»—. Eres tan considerado como siempre. —Adriana le dirigió una mirada amable a Héctor—. Hemos llegado —comentó Adriana—. ¿Es tu hospital privado?

—Sí. Aquí es donde el Señor Ferrera suele acudir a sus revisiones.

Capítulo 46 Una mujer promiscua 1

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