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El increíble papá de los trillizos romance Capítulo 82

Simón, que se sorprendió al ver a Adriana, le preguntó a Héctor con ansiedad:

—Héctor, ¿qué está pasando? ¿Por qué está Adriana con el Señor Licano?

Pero este estaba tan concentrado en observar a Adriana que no escuchó lo que Simón decía. Había una mirada insondable en los ojos del hombre, una que era una mezcla de dolor de corazón, arrepentimiento y una sensación de pérdida inminente.

—Héctor… —Amanda se acercó con Selene y le dijo al hombre en voz baja—: Selene y yo regresaremos antes.

—¡Está bien! —Eso era lo que Héctor había estado esperando.

—¡Todos, por favor, guarden silencio! —El presentador anunció en el escenario—: El Señor Licano, nuestro anfitrión, ha llegado. En este momento declararé el inicio de la subasta de caridad. Todo el mundo, por favor, tomen asiento.

Todos los invitados procedieron a sentarse de forma ordenada.

Héctor y Simón tomaron asiento, mientras Amanda guiaba a Selene hacia la salida, con discreción. En este momento, la puerta se cerró de repente y los focos iluminaron a las dos mujeres. Atrapadas en el acto, ambas mujeres parecían incómodas y avergonzadas.

El resto de los invitados las miraban con cara de desprecio. Alguien incluso preguntó en voz baja:

—¿A qué familia pertenecen? ¿Dónde están sus modales?

—Es obvio que son unos pueblerinos. Si ese es el caso, deberían haberse quedado en casa en lugar de ser una vergüenza.

—¡Exacto!

Héctor se cubrió de inmediato la cara con las manos, sintiéndose extremadamente reacio a que los demás supieran que, aquellas dos mujeres eran miembros de su familia.

Simón sonrió con torpeza a los demás invitados, mientras daba rápidas zancadas hacia Amanda y Selene.

—¿Por qué siguen aquí de pie? ¡Rápido, regresen a sus asientos en este instante!

—No habríamos venido si hubiéramos sabido que esto iba a pasar —murmuró Selene para sí misma, sintiéndose molesta por la situación.

—¡Quédate en silencio! ¿No es esto ya bastante embarazoso? —Amanda había experimentado su parte justa de altibajos en la vida, por lo que no se sentía perturbada en particular. Se inclinó disculpándose y dijo—: ¡Mis disculpas a todos, esta chica no se siente bien! Queríamos irnos sin hacer ruido para no perturbar el evento. ¡No nos dimos cuenta de que la subasta ya había comenzado!

—¿Qué pasa? —respondió Selene indignada.

—¿De verdad me estás preguntando eso? —Amanda frunció el ceño—. Se supone que no debemos ser nosotras las que alerten al Señor Licano con esa información. Si lo hacemos, no tendría una buena impresión de nosotras.

—¿Qué hacemos entonces? —Selene estaba confundida.

—No te preocupes, tengo un plan.

Amanda volteó la cabeza para mirar a los dos hombres que estaban a su lado. Uno de ellos era su marido, mientras que el otro era su yerno. Ambos hombres tenían toda su atención puesta en Adriana, no podían perder tiempo con ella y Selene. La mujer sintió una chispa de irritación ante esta observación, pero sabía que no debía dejar que sus sentimientos personales estropearan el gran esquema de las cosas.

»Veamos primero la subasta con tranquilidad y sigamos la corriente. —La mujer se quedó observando la figura de Adriana, mientras las comisuras de sus labios se curvaban en una sonrisa fría y perversa.

—¿Cuándo se hizo Adriana tan amiga del Señor Licano? —Simón volvió a preguntar a Héctor.

—Está trabajando en el Corporativo Divinus y es empleada del Señor Licano —respondió este, al mismo tiempo que, por fin, retiraba su mirada. Aun así, siguió sintiéndose molesto—. ¡Voy al baño! —El hombre se levantó y se abotonó el traje, antes de lanzar una mirada severa a Selene y advertirle—: ¡No provoques ningún problema! —Después de decir eso, se marchó a toda prisa.

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