No era otra más que Emilia Sierra, la hija más joven en la Familia Sierra, era la hermana de Julieta y su cuñada.
«¿Por qué está ella aquí?».
Se preguntó Jonathan, mientras fruncía el ceño.
«Antes de que dejara a la Familia Sierra, ella estaba en su último año de secundaria. ¿Por qué está en un bar ahora?».
Además, Emilia parecía estar ebria ya que su mirada estaba perdida y sus mejillas sonrojadas. La mirada de Jonathan se dirigió hacia su cabello teñido de color borgoña, antes de posarse en su falda corta blanca. Con el color de su cabello y su escasa ropa, ella lucía como una cualquiera.
El ceño fruncido de Jonathan se endureció más, cuando vio a los vándalos sentados al lado de ella. Con sus cabellos teñidos y sus brazos cubiertos con tatuajes, en apariencia eran unos busca pleitos.
—Vamos, Emilia. ¡Toma otro trago! ¡Te llevaré a tu casa si te terminas este!
Uno de ellos la apresuraba a levantar un vaso. A escondidas, él agitó su mano y algo de polvo cayó en la bebida.
Mientras tanto, otro rufián tomó el brazo de Emilia y la presionó para que bebiera. Era muy claro que ellos le darían a beber alcohol por la fuerza, si ella se atrevía a negarse a hacerlo.
—Ya no puedo beber más —dijo ella.
Ella negaba con la cabeza, era claro que estaba delirando de tanto alcohol que había bebido.
—¿Enserio? ¡No seas una aguafiestas!
Los vándalos compartieron miradas, antes de verter la bebida en la garganta de la joven. Por desgracia, ella no era lo suficiente fuerte para resistirse y fue forzada a tragar todo el vaso de cerveza.
Después de eso, le ayudaron a levantarse y la arrastraron hasta la puerta.
—Vamos, Emilia. ¡Vamos a divertirnos esta noche!
—Me pregunto si es virgen. Si lo es, ¡seríamos muy afortunados!
—Eso no importa. No nos vamos a casar con ella, ¿o sí? Ese no es nuestro asunto.
—Sí, ¡no tiene nada que ver con nosotros!
Los vándalos se abrieron camino entre la multitud y llevaron a Emilia inconsciente a la puerta. Para ese momento, ella ni siquiera podía abrir los ojos. Cuando llegaron a la puerta, una figura les cerró el paso.
—¡Déjenla ir!
—¿Quién demonios eres tú? —Los rufianes se molestaron al ver a ese entrometido—. ¡Lárgate! De lo contrario, ¡te golpearemos hasta hacerte papilla!
—¡Maldita sea! ¿Cómo te atreves a cerrarnos el paso? ¿No sabes quiénes somos?
Bajo la influencia del alcohol, los vándalos no tomaron a la otra persona en serio.
—Permítanme repetirlo, ¡déjenla ir y lárguense de aquí!
Se trataba de Jonathan, quien fue testigo de toda la escena por casualidad.
Aunque en el pasado su cuñada lo insultaba todo el tiempo, aún era la hermana de Julieta. De lo contrario, no habría metido las narices en sus asuntos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Poderoso Asura