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Capítulo 338 de El Regreso de la Heredera Coronada novel
Devolver bien por mal... eso no era parte de su carácter.
Emilio curvó la comisura de los labios en una sonrisa. Quiso sacudir el polvo de su ropa, pero al descubrir que no podía mover las manos, su sorpresa fue aún mayor.
Mientras Filiberto le atendía las heridas, le comentó: Cuando se dañan músculos y huesos, se necesitan al menos cien días para sanar. Tus manos necesitarán varios meses para volver a moverse como antes.
Emilio añadió otra deuda más a la cuenta de Ángeles.
Luego preguntó: —¿Mi abuela ya sabe de esto?
—Sí, lo sabe.
—Bien, pon a alguien a vigilarla. Que haga lo que quiera, pero hasta que el insecto de veneno se haya eliminado, asegúrate de que Ángeles esté a salvo.
El subordinado asintió: —¡Entendido!
La sonrisa en los labios de Emilio adquirió un significado profundo, y con un tono etéreo y casi imperceptible, murmuró para sí mismo con un suspiro:
—¿Qué se le va a hacer? Hasta me das un poco de lástima.
—Señorita Ángeles.
La mirada de Emilio atravesó el estanque de aguas termales frente a él y los árboles ornamentales, y se fijó en la villa donde se encontraba la señora Leticia.
Dentro de la villa
La señora Leticia ya se había despertado hacía rato. Filiberto, que le estaba haciendo un chequeo, le aseguró que, aparte de un leve exceso de calor interno, no tenía ningún otro problema.
Cuando Filiberto recogió su maletín de medicinas para marcharse, la señora Leticia le sujetó de la mano con firmeza y le preguntó: —Filiberto, con tus muchos conocimientos médicos, ¿no tienes ni una sola manera de lidiar con esa brujería?
—Qué vergüenza, para ni mierda sirve tanto libro...
Filiberto se secó el sudor de la frente, claramente incómodo.
Antes, él también pensaba que su habilidad médica era extraordinaria. Quizás no la mejor, pero definitivamente entre los mejores. Sin embargo...
No pudo curar las piernas de Emilio, mientras que Ángeles sí pudo.
No pudo resolver el problema del insecto de veneno en el cuerpo de Emilio, pero Ángeles sí pudo.
¡Hablar de habilidades médicas! Su barba ya estaba blanca, y aun así no podía compararse con una jovencita.
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