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Capítulo 370
El dueño del puesto se movía con rapidez y destreza, mezclando los ingredientes con diversos condimentos hasta lograr una mezcla agradable y uniforme. Al final, espolvoreó una generosa cantidad de cebolla. ¡Tan solo verlo abría el apetito!
Beatriz pagó con rapidez la comida, tomó las bolsas y empezó a caminar de regreso a casa.
A mitad de camino, se encontró con un hombre despreciable que se paró de forma intencional frente a ella, bloqueándole el paso.
El rostro de Beatriz se tornó sombrío de inmediato. Manteniendo la distancia, intentó esquivarlo, pero Salvador se adelantó con una sonrisa burlona, poniéndose justo frente a ella.
—Beatriz, ¡mira cuántas cosas ricas compraste! ¿Cuándo me vas a invitar a comer algo que tú prepares? ¡Sería el hombre más feliz del mundo, si lo haces!
—¡Lárgate!
Gritó Beatriz, sintiendo cómo se le erizaba la piel. Si no tuviera las manos ocupadas con las bolsas, ya lo habría golpeado sin dudarlo dos veces.
Pero Salvador era un cínico consumado, completamente inmune a cualquier tipo insulto o agresión. Incluso tenía el descaro de repetir frases nauseabundas como: Quien te pega es porque te quiere.
Beatriz no quería dejar que ese hombre arruinara su fabuloso día, así que optó por ignorarlo, manteniendo el rostro inexpresivo.
Sin embargo, Salvador parecía estar más decidido que nunca. De repente, se atrevió a tomar la mano de Beatriz y, con un tono más arrogante aún, le dijo de manera sincera:—Beatriz, llevo tanto tiempo detrás de ti. ¿Por qué no puedes ser un poco más amable conmigo?
Beatriz sintió un repentino asco y apartó su mano con fuerza.
¿Esto lo llamaba "perseguir"?
Inventar rumores sobre ella, difamarla, espiarla desde las sombras, y hasta quedarse mirando cuando estaba al borde de lanzarse desde la azotea... ¿Eso era su manera de "enamorarla"? ¿Qué tal?
Si Salvador hubiese sido una persona decente, con una mínima pizca de respeto, aunque a ella no le interesara, al menos le habría dado una respuesta cortés.
Pero en este momento, lo único que en realidad sentía hacia él era un profundo repudio.
Con frialdad, Beatriz le advirtió:—Si no te quitas del medio, voy a llamar en este momento a la policía.
Salvador, aunque cínico, aún tenía ciertos límites. Retrocedió lo justo para dejarle paso, pero no dejó de seguirla. Caminaba apresurado tras ella lanzando todo tipo de palabras melosas y supuestas declaraciones de amor.
Beatriz aceleró el paso, decidida por completo a dejarlo atrás.
Cuando estaba a punto de llegar al edificio, Salvador se detuvo de forma abrupta. Con una sonrisa maliciosa y un tono amenazante, declaró:—Beatriz, te voy a dar una última oportunidad.
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