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—Lourdes, no te preocupes por eso, la familia Pérez aún cuenta contigo. —Belén parpadeó enseguida y luego, fingiendo un suspiro, agregó: —Ay, mientras Juan siga vivo, eso es suficiente. Él podrá ayudarte...
Lourdes permaneció en completo silencio, forzando una sonrisa: —Está bien, si tienes una cita, ve. Pero no vuelvas muy tarde y ten mucho cuidado.
—De acuerdo lo haré.
Belén se giró y salió. Antes de cerrar la puerta, echó un último vistazo a la mujer desolada sentada junto a la cama. La curva de la sonrisa de Belén se amplió profundamente, y sus ojos destilaban ambición y desprecio.
Los pasos se alejaron sigilosos por el pasillo.
El cuerpo de Lourdes se paralizó por un momento, luego se inclinó cuidadosa y extendió la mano hacia el bote de basura. Revolvió varias veces hasta que sus dedos encontraron por fin algo frío.
Era el pequeño frasco de medicina que acababa de descartar.
La persona que le había entregado el medicamento le había dicho que contenía una cura preparada por Ángeles, y que, si lo tomaba, podría recuperar la vista en un breve tiempo.
Lourdes apretó con fuerza el frasco de porcelana entre sus manos, con emociones encontradas. Justo antes, frente a Belén, ni ella misma sabía por qué había decidido ocultarle la verdad y mentir.
Tal vez era por la actitud tan extraña y los recientes cambios en Belén lo que la hacían sentirse insegura, y de forma instintiva había actuado con total desconfianza.
¿Pero contra qué se estaba protegiendo?
En comparación con Ángeles, Belén en realidad era su verdadera familia.
Luego de un largo silencio, Lourdes guardó el frasco en el cajón de la mesa de noche y lo cerró con fuerza.
Quizás el ruido fue demasiado fuerte, porque el bebé que dormía en la cuna cercana despertó llorando ruidosamente.
Lourdes extendió cariñosa la mano para abrazarlo y lo acunó suavemente: —Mi amor, está bien, fue mi culpa, te desperté...
Al tocar al bebé, se dio cuenta de que necesitaba un cambio de pañal.
En esos momentos, Lourdes siempre se odiaba por no poder ver y por no poder hacerlo ella misma. Solo pudo llamar a la sirvienta encargada de cuidar al bebé, quien entró de inmediato.
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