-Mateo, ¿estás loco? ¿De dónde vas a sacar tanto dinero? -preguntó Elena furiosa-, ¿cómo puedes decirles cosas tan tontas a los proveedores en un momento tan crítico?
Santiago también intervino.
—¡Exactamente! Lo más importante en estos momentos es que les rueguen que les den un par de días más. ¡Apúrense y discúlpense con ellos!
-¡No hay por qué disculparse! -dijo Mateo-Suegros, recuerden todo lo que han dicho ellos, y no tengan piedad cuando regresen de rodillas después.
-¿De qué estás hablando? -Elena y Santiago estaban confundidos.
De pronto, Carlos exclamó:
-¡Se ha vuelto loco! ¡Está loco! ¡Ya está hablando puras tonterías!
-¿Qué les vamos a rogar? ¡Ja, ja, ja! ¿Todos escucharon eso? ¡Dijo que les vamos a rogar!
Los proveedores comenzaron a reírse y el resto de las personas a su alrededor miraban a Mateo como si fuera un idiota; Sasha tenía el rostro pálido, luego susurró:
-Mateo, por favor olvídalo. Voy a... voy a firmar. ¡Tal vez no estoy destinada a ser la presidenta!
Sin embargo, Mateo tomó su mano y aseguró:
—Confía en mí, ¡nadie puede quitarte lo que es tuyo!
Lágrimas comenzaron a acumularse en el rostro de Sasha, se negaba a rendirse, pero ¿qué más podía
hacer? Guillermo ya había cortado todos lazos con Mateo, así que, ¿cómo podía sentirse tan confiado? De repente, comenzó a escucharse un gran alboroto proveniente de fuera de la puerta: los proveedores, quienes estaban bloqueando la entrada de la empresa, fueron empujados por un grupo de hombres de negro y detrás de ellos, un anciano de cabello gris se encaminó.
—¿Quién es la señorita Coronel? —preguntó el hombre ansioso.
Sasha estaba confundida pues no sabía de quién se trataba, pero, aun así, dijo:
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