~Scarlett~
Pues si hubiese sido cualquier otra persona, me habría reído sarcásticamente. Pero por más que este hombre me haya lastimado, no puedo negar que siempre fue honesto. Si dice que quiere otra oportunidad, es porque lo dice en serio.
Lo que me cuesta creer es por qué lo está haciendo.
Antes yo pensaba que el matrimonio era algo sagrado, pero ahora sé la verdad. No importa si lo hace por mi abuela, por la imagen de la empresa, tal vez porque siente culpa de haberme usado, o por cualquier otra razón, pero si no lo hace por amor, va a ser un desastre.
—Yo no doy segundas oportunidades —le dije con calma, empujándolo suavemente, y antes de que empiece a suplicar, agregue— Además te di tantas que parecía que te las servía como desayuno, comida y cena. Me miró fijo con esos ojos azules tan profundos. Paso saliva, pero no dijo nada.
¿Y qué podría decir? Ya hice todo lo que pude y más, y nunca sirvió de nada. ¿Y ahora que me rompieron por completo, recién se da cuenta y se siente culpable? ¿Cuánto puede durar un matrimonio que nace de la culpa? si hasta el amor tiene sus límites.
—Está bien, no hay segunda oportunidad —asintió Sebastián, con una sonrisa amarga que no le quedaba bien— Pero... me dejas ayudarte?
—¿Ayudarme? —me reí, y él bajó la mirada como si mi risa le doliera. Siempre estuvo del lado de Ava, desde hace años, y ¿ahora viene con que quiere 'ayudarme'?
Me apoyé en el borde de la mesa, cruzada de brazos
—Si de verdad me quieres ayudar, entonces podrías sacar ese espejo por la ventana. Sebastián me miró, resignado, con esa cara de tristeza que pone cuando ya se rindió.
seguramente pensaría algo como 'No eres una niña. Deja de hacer berrinche.'
Si Ava se enoja conmigo, es porque yo hice algo mal. Pero si yo me enojo con Ava, entonces solo estoy actuando como una niña caprichosa.
Antes esas palabras me dolían. Ahora solo quiero obligarlo a decirlas para poder echárselas en la cara y ponerle fin a su teatro tan ridículo.
Sebastián miró el espejo como si de verdad estuviera pensando en hacerlo. Pero lo dudo. Ese espejo no fue para nada barato, y fue un regalo para su querida Ava, bueno, en realidad ella se lo pidió, pero igual cuenta como regalo.
Sebastián agarró el borde del espejo y lo sacó del hueco entre la pared y la mesa. Lo levantó como si no pesara nada, y caminó hacia mí.
Yo solo lo miraba, asombrada, mientras él subía el pie al marco de la ventana, todavía agarrando el espejo con su cuerpo fuerte y alto.
—Está bien. Entonces estamos a mano.
¿Así de fácil???
Recargado en el clóset, con las manos en los bolsillos y una pierna apoyada con la punta del pie, Sebastián sonrió:
—Ahora que ya usaste tu adelanto... ¿qué tal si pasamos al siguiente trato?
No me gusta que parezca que él tiene el control. ¡Él no puede controlarme! ¡No más! ¿Por qué rayos volvería a hacer un trato con él?
—También sé cosas sobre tu pasado —dijo Sebastián con un tono de negociante, y sonriendo un poco— Y puedes conseguirlas mucho más fácil conmigo que con Jack Fuller. Entonces... ¿qué me ofreces?
¿¡Qué carajos!? ¡Es un desgraciado!

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