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Ella Aceptó el Divorcio, Él entró en Pánico romance Capítulo 122

Scarlett~

¡Esto había sido una trampa!—¿Y tú qué sabes de eso? —le dije, fingiendo que todavía tenía el control, tratando de zafarme

Sebastián sonrió, como si pudiera leerme la mente, pero respondió con calma:

—Sé que Jack Fuller se llevó algo de tu mamá ese día que te trajo de vuelta. ¿Eso te parece importante?

¿Qué…? ¡quedé boquiabierta, él sonrió con esa cara de 'ya gané'.

¡Claro que me importaba! ¡mucho más que nada! Yo creía que la había perdido para siempre hace años, y ahora resulta que Jack, el mismísimo diablo, Jack Fuller, tenía algo de ella y recién ahora me lo decía… ¿en serio?

—¿Qué es y dónde está?! —le grité. Sebastián sonrió, y sentí cómo se me caía el corazón al suelo.

—Un beso... y hacemos el trato. ¿Te parece?

¡Aaaaaaahhhh!

¡Le valía madre ese estúpido espejo! ¡Podía comprarle a Ava mil espejos sin problema! ¡Sabía que yo iba a intentar engañarlo, y me tendió la trampa para que yo misma dijera lo del beso! ¡Ese Idiota!

Tomé lo primero que tenía a la mano y se lo lancé directo a la cabeza. Bueno, a la pared junto a él. No quería acabar en la cárcel por agresión. Él lo vio venir, pero ni se inmutó, ni siquiera se movió cuando el objeto se estrelló a su lado.

Era otra de esas figuras de porcelana... Pinocho, con la nariz larga, abrazado por su abuelito.

Ups. Tal vez sí me había pasado de la raya.

Ese había sido el regalo más barato entre los millones que Sebastián le había dado. Le había costado como cinco dólares. Lo habíamos comprado en nuestro viaje a Egipto. Sí, nuestro. Ava siempre encontraba la manera de meterse en los viajes que yo hacía con Sebastián. Ese iba a ser nuestro viaje de luna de miel, aunque lo hicimos casi un año después de la boda. Y ella se nos pegó. Vimos esa muñequita en un puesto callejero, mejor dicho, en un montón de trapos tirados en el piso.

A Ava le había encantado.

Sebastián le cogió los brazos antes de que se le colgara, como siempre hacía.

—Ya eres una adulta, Ava —le dijo con calma, bajándole los brazos suavemente— Esto ya no está bien.

Ava puso las manos detrás de su espalda, y agachó la cabeza:

—Perdón... Mamá me mandó a invitarte a cenar... ¿te... quieres quedar a cenar con nosotras?

Pasé junto a los tortolitos enamorados sin siquiera mirarlos. Sebastián intentó mirarme, pero yo lo ignore y grite lo más fuerte que pude.

—¡Alfred! Ya quedó vacía la habitación, puedes empezar a limpiar.

¡No me sentía mal por romperle el corazón! Al contrario, estaba disfrutándolo.

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