Frederick me había asignado un ala de su mansión, tenía mi propia habitación con una enorme cama, un baño con una lujosa ducha y bañera incorporada, y una cocina equipada.
Era como una suite lujosa. La única diferencia, es que las suite no tenían una cámara de seguridad en cada espacio.
—Tendrás un personal limitado que vendrán a una hora específica, se encargarán del aseo y mantenimiento, son empleados de confianza. El resto del personal ya está al tanto que esta zona está restringida, pero no saben la razón, así que espero que no se te ocurra andar paseando por la mansión. Este es el espacio que estás autorizada a usar con libertad —Frederick se paseó por la cocina, conmigo detrás de él—. Se te proporcionará tres comidas al día, por lo cual no tienes que preocuparte por cocinar. Pero quién sabe si se te ocurra preparar una merienda por tu cuenta, así que los anaqueles están llenos.
Abrí uno de los cajones. Había mucha comida fresca, saludable y natural. Perfecto para una paciente enferma como yo.
Después de pasar un año en la miseria, volver a los lujos de un día para otro, era abrumador, pero satisfactorio. No lo podía negar.
Era un alivio no tener que preocuparme por la renta y si la comida me alcanzará a final de mes.
Me disgustaba sentirme tan bien en la jaula de oro que había creado Frederick para mí.
Estaba distraída cuando mi exesposo me arrebató la bolsa que tenía en las manos.
—¡Frederick!
Sin pedir permiso y sin pedir perdón, comenzó a registrarla. Me lanzaba contra él para recuperarla, pero la ponía a una altura que no era capaz de alcanzar. Vi el momento exacto en que su puño sacó varios sostenes.
Las mejillas se me sonrojaron y me lancé contra él con una fuerza que creí no poseer. Lo derribé, nuestros cuerpos chocaron y Frederick hizo algo que pensé jamás escuchar en mi vida.
Se rio.
Sus carcajadas eran frescas y juveniles. Una gran sorpresa para mí. Creo que jamás lo había escuchado reírse, ni siquiera cuando estábamos casados.
La bolsa terminó desparramada por el suelo, con mi ropa interior por todos lados.
«Por suerte no revisó mi cartera, donde tengo el efectivo que me dio mi ex casero»
Me incorporé de golpe, tratando de no distraerme con el sonido de su refrescante voz. Las mejillas me ardían y podía sentir como sus ojos me perforaban con intensidad mientras me inclinada a recoger mis prendas.
—¿Eso era lo qué saliste a buscar? ¿Tan importante es tu ropa interior? —habló con sarcasmo—. Por lo que veo te estás tomando muy enserio tu rol de amante. Pero no te tenías que preocupar por la lencería, si revisas tu armario, podrás encontrar varias piezas que escogí especialmente para ti.
No supe cómo defenderme. Había traído una bolsa llena de ropa interior para no venir con las manos vacías. Se veía muy mal para mí.
Al recoger la última prenda, sentí como la bilis bajaba por mi garganta. Corrí al baño y vomité. En algún punto, la mano grande de Frederick se encontraba en mi espalda mientras sujetaba mi cabello con la otra.
Era tan vergonzoso vomitar frente a él. Aunque no era la primera vez.
—Debes comenzar el tratamiento para la gastritis a partir de mañana. Si cumples al pie de la letra, podríamos controlarla en las siguientes dos semanas —habló con determinación—. No se eliminará, pero si está controlada, podemos hacerte la biopsia.
Ya lo sé, lo importante es controlarla, para eliminarlas en su totalidad llevará más de dos simples semanas.

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